La mujer menonita me observa con una mirada cómplice. —Tienes bastante conocimiento sobre química —dice ella—, para ser una mujer Amish. Ella cambia a la lengua Deutch cuando se acercan tres mujeres musulmanas, vestidas no de n***o, sino de abayas de colores brillantes con elaborados bordados, máscaras de cuero y hijabs tintineando con monedas. Junto a ellas camina su hijo adolescente, sin duda su escolta. Anke mira con sorpresa a estas tres coloridas aves y exóticas que parecieran haber salido de Las Mil y una Noches. —Son beduinos —susurro—. De la tierra santa cerca de La Meca. Los recién llegados conversan en árabe, ignorando que lo hablo con fluidez. A través de su conversación, me entero de que se mudaron a Paradies como parte de un gran grupo que acaba de reasentarse aquí desde