XXIV Cómo pasó este caballero distinguido la noche en medio de un círculo brillante y deslumbrador; cómo encantó a cuantos le hablaron con la gracia de su exterior, la finura de sus maneras, la amenidad de su conversación y la dulzura de su voz; cómo se reparó en cada ángulo del salón en que Chester era un hombre de buen humor, que nada le apesadumbraba, que los cuidados y errores del mundo no le pesaban más que su casaca, y que en su rostro risueño reflejaba constantemente un alma serena y tranquila; cómo algunas personas honradas, que por instinto lo conocían mejor, se inclinaron sin embargo ante él, escuchando con deferencia todas sus palabras y buscando el favor de una de sus miradas; cómo otras personas bondadosas se dejaron llevar por la corriente, lo lisonjearon, lo adularon, lo ap