XLV-2

2206 Words

—¡Ah! —repuso el ciego—, no veo nada; duerma o esté despierto, nunca veo nada. Barnaby le miró los ojos con curiosidad y se los tocó como podría haberlo hecho un niño al conducirlo a la casa. —Si venís de lejos —dijo la viuda saliendo a recibirlo a la puerta—, ¿cómo habéis encontrado el camino? —Siempre he oído decir que el tiempo y la necesidad son excelentes maestros, y en efecto, son los mejores —dijo el ciego sentándose en la silla adonde lo había conducido Barnaby y dejando el sombrero y el bastón en el suelo—. Sin embargo, Dios quiera que vos y vuestro hijo no necesitéis sus lecciones. —Y a pesar de tan buenos maestros, os habéis desviado de vuestro camino —dijo la viuda con tono compasivo. —Es posible —respondió el ciego suspirando, pero con una extraña sonrisa—. Las piedras de

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