La tía del señor F., que se había comido una tostada entera y sólo había dejado la corteza, se la tendió solemnemente en ese momento a Flora, que se la comió como si tal cosa. Entonces, la tía del señor F. se llevó los dedos a los labios y se los humedeció, uno a uno y con lentitud, y después se los secó exactamente en el mismo orden con la servilleta; a continuación cogió la otra tostada y se lanzó sobre ella. Mientras ejecutaba esta operación, miró a Clennam con una severidad tan intensa que él se sintió obligado a sostenerle la mirada, lo cual no era precisamente lo que más le apetecía. —Flora, la pequeña Dorrit está en Italia, con toda su familia —dijo cuando la temible dama estuvo ocupada de nuevo. —¿Ah, en Italia? No me diga —comentó Flora— con tantas uvas y tantos higos creciendo