—Querida Fanny, déjame decir primero que preferiría que tuviéramos que volver a trabajar para vivir modestamente que verte rica y casada con el señor Sparkler. —¿Que te lo deje decir? —repuso Fanny—. Claro, querida, te dejo decir lo que quieras. Espero que nadie te lo impida. Estamos aquí para hablar de estas cosas. Y lo de casarme con Sparkler… no tengo la menor intención de hacerlo esta noche ni tampoco mañana por la mañana. —¿Y algún otro día? —En este momento creo que nunca —contestó Fanny con indiferencia. De repente, trocando la indiferencia en ardiente desasosiego, añadió—: hablas de hombres inteligentes, Amy. Está muy bien hablar de hombres inteligentes, pero ¿dónde están? ¡No veo ninguno por aquí! —Querida Fanny, en tan poco tiempo… —Poco tiempo o mucho tiempo —interrumpió Fa