La llamada a la puerta lo sorprendió, pero sospechó en seguida que alguien querría informarle de que una tercera persona lo estaba robando o intentando aprovecharse de él de cualquier otra forma, por lo que bajó rápida y silenciosamente. Se había refrescado con agua de colonia para aguzar las entendederas y así poder aturdir las de los miembros del jurado, y había estado leyendo con el cuello de la camisa abierto para poder estrangular con mayor libertad de movimientos a los testigos de la parte contraria. Tenía, por tanto, un aspecto bastante poco presentable. Al ver la Medicina, la última persona que esperaba encontrar, hizo un gesto todavía menos presentable y le dijo: —¿Qué pasa? —En cierta ocasión me preguntó usted cuál era el malestar del señor Merdle. —¡Extraordinaria respuesta!