Jessica Miro con el ceño fruncido las siete llamadas perdidas de Evan y de inmediato comienzo a preocuparme. Devuelvo la llamada rápidamente, pero el teléfono repica incansablemente y nadie responde. —¿Qué carajos? —resoplo, porque es muy tarde y no podré dormir si no tengo la seguridad de que él está bien. Sí, soy una idiota por seguir manteniendo la esperanza de una vida a su lado, de finalmente ser correspondida, a pesar de sus constantes rechazos y la situación que está atravesando, pero soy incapaz de aprovecharme de él, aunque ganas no me faltan. —No seas absurda, Jessica —hablo en voz alta, divertida con mi auto terapia—. Evan no es así. Más de una vez me he dicho que debo olvidarlo, que Evan jamás va a renunciar a Leilah aunque siga de cabeza dura negando lo que está a la

