—Oye, ¿qué tienes? —La voz de mi hermano la siento ajena, lejana—. Evan, cada vez me preocupas más, quizás si hablaras con Jessica sobre esto... —frunzo el ceño y él me mira con preocupación—. No estás bien, hermano... —¡Por supuesto que no estoy bien, Peter! —vocifero de mal humor. Él resopla—. ¿Cómo puedo estarlo si le propiné enormes heridas a la mujer que amo? —sacudo la cabeza con reprobación—. ¡Claro, el sueño! —palmeo mi frente. Peter se sobresalta, tratando de acercarse a mí—. Pero qué tonto... —Jamás te había visto de esta manera, Evan —musita incrédulo, su mirada consternada sólo me impacienta—. ¡Maldición! ¿Podrías quedarte quieto un jodido segundo? Me detengo en seco y frunzo el ceño, preguntándome en qué momento comencé a andar de un lado a otro. —Pues claro que no —exclam

