Los labios de Leilah se sienten como la jodida gloria, y me dejo llevar por ese momento como si mi vida entera dependiera de ello. La beso con desesperación y locura, de la misma manera en que he llegado a amarla. Noto que las lágrimas bajan por sus mejillas y las limpio rápidamente, mientras gime de nuevo. —¿Por qué lo hiciste? —solloza y mi corazón se aprieta en mi pecho—. ¿Por qué si era lo mejor, no me dejas seguir con mi vida? Hago una mueca parecida a una sonrisa. —No me gusta repetir, niña —pego mi frente a la suya, tratando de no colapsar. Incluso siento que mis piernas no pueden sostenerme, esta escena es tan irreal y la verdad, no quiero despertar. Ella me mira confusa. —Te quiero conmigo —hablo con firmeza, completamente seguro de mis palabras—. No debí cruzar la puerta es

