Mala sorpresa En la circunvalación, Vincenzo ordenaba al chófer que fuera más rápido, a pesar de que ya superaba con creces la velocidad permitida. Era como si temiera que Lucía acabara desapareciendo en la naturaleza, de nuevo. Con la mente confusa y los nervios a flor de piel, bajó del vehículo que acababa de estacionarse. Se encontraba justo enfrente del edificio donde estaba su mujer. Uno de sus hombres se le acercó de inmediato. —¿Sigue ahí? —preguntó Vincenzo, caminando hacia la residencia. —Sí, señor, no nos hemos movido de ahí y nadie que se le parezca ha salido. El joven levantó la barbilla hacia la ventana del apartamento de Josie; aún estaba iluminado. Si subía a verla en ese instante, en el estado de ira y frustración en el que se encontraba, nada saldría como él realmente

