Esta mesa ubicada en el centro del planetario se convirtió en testigo de una amena conversación entre nosotros dos que divaga por muchos temas donde los protagonistas somos él, yo, y el bebé. Hacer memoria de nuestros años de amistad o incluso escucharlo decirme que hubo muchas ocasiones donde tuvo que contenerse para no besarme me hicieron sonrojar, sonreír y reír de igual manera. Cada instante de esta noche es mágico y cuando creo que no podría ser mejor, mi marido se levanta de su silla y se acerca a mi. —¿Bailamos? —me propone y lo miro algo confundida. —¿Bailar? Pero no hay música —comento y por alguna razón él sonríe y simplemente me toma de la mano haciendo que me levante de la silla. —Confía en mi —me pide—. Bailaremos bajo las estrellas con tu música favorita —explica y de pron