Dos días después Al parecer Álvaro tiene razón y si soy una persona altruista porque he pasado los dos últimos días en este hospital esperando a que ella se recupere, o al menos esperando a que no rechace el trasplante. Me muevo en este incomodo sillón y muevo mi cabeza de un lado al otro intentando descontracturarme cuando de repente una mano que aparece desde atrás me muestra una taza de café que huele exquisito y al tomarla entre mis manos, él comienza a masajearme y sé que es mi esposo porque no hay manera que pueda confundir sus manos nunca más. —Gracias —le digo y bebo un sorbo de café. —Te hubiera traído un té, pero no había del que te gusta —me dice haciéndome sonreír. —El café esta perfecto, necesito cafeína —explico y su beso en mi cuello me ayuda aún más—. ¿Cómo van las cosa