Nerviosa y encantada me encuentro en una de las playas más hermosas del mundo, según mi percepción personal.
Maya y yo siempre soñamos con visitar esta playa cuando éramos jóvenes, hacer incontables cosas y ver los lugares más bellos que aquí se muestran. Por eso me sorprende y no que ella se encuentre aquí.
Con mi teléfono, tomo algunas fotos, dicen que lo que uno ama jamás muere, a esto me dedicaba antes de ser la farsante, a tomar fotos de los lugares más hermosos del mundo, lugares que siempre me recordaban a Caleb.
—¿Desea algo de beber? –cuestiona un mesero llegando a mi mesa.
—Hola, sí. Me gustaría...
—¡Mesero! ¡Ey tú, sí tú!
Tanto el mesero como yo nos giramos hacia la voz masculina que lo llama de una manera muy grosera e inapropiada, estoy a punto de decirle algo pero
