Capítulo 5 – una pelea inevitable.

2202 Palabras
Saray Evans POV. –¡Joder Saray! Necesito que reacciones – me grita Aaron, lo que no sabe es que yo estoy despierta, pero sinceramente no estoy de ánimo como para pelear con él, no quiero escuchar sus quejas ni mucho menos sus preguntas respecto a porque demonios estaba en la habitación de Gabriel Campbell. La verdad es que yo tampoco estoy muy segura de eso, recuerdo sentirme débil y haberme desmayado, lo último que vi fueron sus ojos, el resto parece una película borrosa dentro de mi cabeza. –¡Despierta! – Aaron me zarandea y no se molesta en dejarme sobre un colchón, como lo hizo Gabriel. Aaron simplemente me deja en tierra firme nuevamente, al principio me toca sostenerme de la mesita de noche porque me siento jodidamente débil, como si no hubiera comido bien en mucho tiempo, quizá eso es lo que me pasa, me he descuidado mucho con la alimentación, entre el entrenamiento y todo lo que está pasando no he tenido mucho tiempo para pensar en la cantidad de proteínas que como al día. –No me siento muy bien – suspiro, esperando que eso sea suficiente como para que mi prometido deje la histeria – voy a dormir un poco más, discúlpame con el coronel, volveré a … –¡Yo no te voy a disculpar con nadie! – grita – mucho menos con la mierda que tienes de coronel – sus fosas nasales se hinchan al llenar sus pulmones de aire – ¿Qué demonios fue lo que pasó? ¿Te hizo algo? – él se acerca a mí, me agarra de los hombros y me inspecciona. –No, no me hizo nada. –¿Entonces porque diablos estabas en su habitación? ¡Es que no lo entiendes, Saray! Soy el jodido Mayor de este puto batallón, todos los ojos están puestos en mí y en ti por ser mi novia, no puedes permitirte dar pasos en falso. –Yo no estaba en su habitación porque lo quisiera, no fue por voluntad – le hablo tan duro como mis fuerzas me lo permiten. –¿Entonces que pasó? ¿Te puso un cañón en la sien para obligarte a ir con él? No pensaras que soy tan imbécil como para aceptar una excusa barata – rueda los ojos y respira con dificultad, lo sé por la forma en la que su pecho se infla. –No creo que seas imbécil y tampoco voy a darte una excusa barata, estaba en el campo de artillería y me desmayé por el sol, no había desayunado nada y me descompensé, eso es todo. –¿Y por eso tenía que llevarte a su cuarto? ¿Es que no hay una maldita enfermería en todo este batallón? Me rasco la frente, me duele la cabeza y los gritos de Aaron no hacen más que agudizar el dolor. –Eso tienes que preguntárselo a él, no a mi – me siento en el borde de la cama – no puedo darte la respuesta que quieres o necesitas, Aaron, créeme que cuando me estaba desmayando, en lo que menos pensé fue en el lugar a donde me estaban llevando – suelto un bufido. –¡Ese es tu maldito problema! Que tú nunca piensas, solo andas por la vida dejándote llevar como si fueras una ramera, o como si no te importara lo que este batallón pueda pensar de ti. –No me importa – levanto los hombros – no hice nada malo, y me interesa un comino lo que los soldados opinen, tu deberías aprender a hacer lo mismo. –No intentes pasarte de graciosa – dice con los dientes apretados, yo trago saliva y me quedo en silencio porque la verdad es que Aaron puede ser bastante amenazador cuando se lo propone, él solo afila sus cuchillos y yo temo que en cualquier momento pueda clavármelos en la espalda – sabes que tenemos una reputación que cuidar, no somos simples soldados, ¿Sabes lo que pasaría si allá afuera piensan mal de mí? ¡No me respetarían, Saray! Y quizá a ti no te interesa, pero a mi si, tengo una carrera que proteger. –¡Agh! Estas hablando como si me hubieran encontrado follando con el coronel en su habitación, solo me estaba recuperando, deja de hacer un drama de un simple momento de debilidad. –¡No se te ocurra volver a decir algo como eso! – se acerca amenazadoramente hasta donde yo estoy y me mira fijamente – no vuelvas a utilizar la palabra folllar y coronel en la misma oración, ¿Estamos de acuerdo? –De acuerdo – asiento y me alejo de él para ir hacia el closet – pero tienes que calmarte, ya te expliqué que fue lo que pasó, estaba en campo de artillera cumpliendo con mi castigo y me enfermé. Aaron frunce los ojos y levanta la mandíbula – ahora que lo mencionas, ¿De quién estabas hablando en la formación? «Esto se va a poner feo, realmente feo» –De alguien que está saliendo con Gigi, tienen problemas y quería un consejo. –No era Gigi la que estaba hablando, eras tú, y quiero saber la puñetera verdad. –No, créeme que no quieres saberla – recorro la habitación buscando algo que ni siquiera sé que es mientras evito mirarlo, o cruzarme con él, pero la habitación es demasiado pequeña como para evitarlo por siempre. –Estabas hablando de mí, ¿No es cierto? –No, ya te dije que no se trataba de mí, sino de Gigi – alcanzo una barra de cereal que está en la mesita de noche, abro la envoltura y me llevo a la boca el cereal, necesito comida. –¡Deja de mentirme! – grita y yo me sacudo – Estabas hablando de mi – Aaron me acorrala contra la pared, me quita la barra de cereal y la tira al suelo. Trato de mantener la calma porque sé que si me exalto entonces ya no habrá vuelta de hoja. –¿Por qué no tienes los cojones de aceptar que estabas hablando de mí? – gruñe – dilo, asi como le estabas diciendo a la zorra de tu amiga. –No la trates de esa forma – grito con rabia – y no voy a tener esta discusión ahora. –¡Pues yo sí! Quiero que me digas en mi cara lo que le estabas diciendo a Gigi. No voy a responder, no voy a dejar que me provoque. –Tienes que alejarte de mí e irte, ambos estamos molestos y no creo que este sea el momento para hablar del tema. –¿Pero esta mañana en la formación si era un buen momento? ¡Deja de ser tan hipócrita Saray y dime lo que le dijiste a Gigi! ¡Anda, habla! –¿Quieres saber lo que le dije? ¡Está bien! – le grito, si asi quiere jugar, entonces asi lo vamos a hacer – le dije que estoy harta de tu indiferencia, cansada de que siempre tengas una excusa para todo, que no quieras estar conmigo y que no me hayas tocado un pelo en cuatro meses, estoy harta de sentir que no me deseas y que soy insuficiente, no soporto esta situación. –¡Para ti todo se trata de sexo, joder! ¿Acaso es que eres una ramera? –De eso tambien estoy cansada – lo señalo – soy mujer y tengo necesidades, Aaron, eso no me hace una ramera, me hace humana, ¡Eres mi prometido! ¿Acaso asi va a ser nuestra vida de casados? avísame de una vez, para que asi no… –¿Para qué asi no qué? – pregunta cuando me quedo en silencio – ¿Para qué asi no te cases conmigo? ¿Eso es lo que ibas a decir? Sabía que no era buena idea abrir la boca, mi padre siempre lo ha dicho, cuando se está muy feliz o muy cabreado es mejor quedarse en silencio, uno siempre dice estupideces. –¿Quieres sexo? ¡Está bien! Entonces ven aquí y voy a darte lo que tanto ruegas. Aaron me aprieta contra la pared, mete su mano en mi cuello y se apodera de mi boca con ferocidad, pero no se siente bien, él está completamente cabreado y sus manos no dejan de revolver mi ropa, además que no me siento en las mejores condiciones, estoy débil y lo único que deseo es un buen plato de comida y meterme bajo el chorro del agua fría. –Voy a dártelo, Saray – gruñe y su boca se mueve hacia mi cuello, Aaron me muerde la piel y yo me quejo del dolor. –Aaron, me estás haciendo daño – intento alejarlo – tienes que dejarme y salir de aquí. –¿Esto no era lo que querías? – sus manos intentan colarse dentro de mis pantalones – has estado jodiendo la vida por esto y te lo estoy dando, ¿Ahora no lo quieres? –Si lo quiero, pero no de esta forma. Aaron no se detiene, por el contrario, continúa baboseándome la cara al tiempo en que me manosea todo el culo. –¡Que me dejes! – le grito y le doy un codazo como puedo en las costillas, lo hago con fuerza para que se aleje de mí, pero no demasiado como para hacerle mucho daño, una de las ventajas de ser una mujer formada en la milicia es que sé cómo defenderme. Mi padre siempre me dijo que, si aprendía a cuidar de mí, entonces el mundo iba a tener que respetarme – no quiero hacer esto ahora, mucho menos de esta forma, asi que hazme el favor y lárgate de mi habitación, ahora. Él se queda frio y rígido, como si no supiera lo que estaba haciendo hasta hace tan solo un par de minutos. Me mira con una expresión extraña en los ojos y se pasa la mano por la cara. –Me iré – se ve arrepentido – lo siento – dice antes de salir de mi habitación. Yo suelto todo el aire que había estado conteniendo y entonces me acuesto en la cama, no sé qué es lo que le pasa a Aaron, últimamente anda actuando demasiado extraño, él no es asi, nunca se había comportado de esta forma, creo que la llegada de Gabriel lo tiene con los pelos de punta. –Gabriel – susurro su nombre y siento un cosquilleo en el estómago. Aun puedo sentir el aroma de su perfume, sus manos sosteniendo mi cuerpo y las palabras que me dijo en mis sueños. «–Eres hermosa, Saray» Creo que si Aaron supiera que estoy soñando con Gabriel no me lo perdonaría jamás, pero la pregunta aquí es, ¿Por qué sueño con él y no con mi prometido? Gabriel acaba de llegar, es un aparecido más en mi vida y ni siquiera me agrada completamente. Lo extraño es que siento como si lo conociera de toda la vida y más aún, mi cuerpo reacciona ante él como si se tratara de algo natural. Gabriel me enciende de formas inexplicables. Me acuesto en la cama, abro otra barrita de cereal y entonces miro al techo mientras recuerdo los musculosos brazos de Gabriel sujetando mi cuerpo. Suelto una sonrisa lánguida al darme cuenta de que Gabriel fue incluso más gentil y caballero que mi propio prometido. -¡Joder! ¿Por qué tienes que hacerme las cosas tan difíciles? – pienso mientras me revuelvo en la cama y siento que mi centro palpita de deseo nuevamente. Me muerdo el labio, siento los flujos en mi ropa interior y entonces decido tomar al toro por los cuernos y acabar con este infierno que siento dentro, me quito el uniforme y comienzo a masajear mi clítoris mientras pienso en ese hombre que me vuelve loca. No sé que demonios voy a hacer, Gabriel acaba de regresar al batallón y ya se ha vuelto un problema. Un problema jodidamente sensual, pienso mientras me agarro el pecho con la mano libre y los magreo imaginando que es Gabriel quien lo hace. Arqueo la espalda a medida que el placer se intensifica, cierro los ojos, imagino su cuerpo duro encima del mío, pienso que es su m*****o el que entra y sale de mi cuerpo mientras introduzco un dedo y lo muevo dentro de mí. -¡Joder! – gimo bajito, aquí cualquiera podría escucharme. Vuelvo a masajear mi clítoris una vez más y entonces siento que llego al orgasmo al hacer presión en esa zona delicada. Mientras me corro, mis pezones se ponen más rígidos de lo que están y mi piel se pone de gallina, pienso en como será Gabriel Campbell en la cama, ¿Sería igual de gentil a como cuando evito que cayera al piso y me cargó? O ¿Será igual de rudo y malvado a como lo es estando en el campo de artillería? Niego con la cabeza y me obligo a dejar de pensar en él. Ese hombre no es para mí y tengo que buscar la forma de que su fantasma deje de rondarme.
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