ALICE
Apenas salimos de la oficina de Zara, noto que Dominic parece tenso y ligeramente preocupado y me pregunto si tiene algo que ver con la actitud extraña del chico rubio que estaba fuera de la oficina de su novia, tal vez está molesto o celoso, pero es difícil saberlo con su expresión estoica, por lo que decido ignorar su actitud y tomar mi teléfono para escribirle un mensaje a George dejándole saber que ya terminé de trabajar para que pase a recogerme, aunque le pido que me recoja aquí, pues no pienso subirme en un auto con Dominic cuando él aún apesta al perfume de ella.
Noto por el reflejo del ascensor que Dominic está mirando hacia mi teléfono por el rabillo del ojo y cierro el mensaje con rapidez para luego guardar mi teléfono en el bolso, al principio no estoy segura de si él alcanzó a leer algo del mensaje, pero mis dudas se dispersan en el momento en que él me dice con tono despreocupado:
“Ya terminamos por hoy, ¿quieres que te lleve a tu casa?”
Lo miro sorprendida pues desde que lo rechacé él no se ha vuelto a ofrecer para llevarme a casa, o a nada que no implique asuntos laborales, por lo que esto es bastante extraño y sé que tiene que ver con el mensaje que acaba de ver, o tal vez está dolido por lo que pasó con su novia afuera de la oficina y se quiere vengar de alguna forma, pero sea la razón que sea, no voy a aceptar su ofrecimiento, pues no quiero que sepa en dónde vivo y aparte odiaría que George se diera cuenta si llego con él a casa, no me dejaría en paz por horas interrogándome sobre toda clase de cosas y no estoy de humor para ello, así que simplemente le respondo:
“No es necesario señor Pemberton, ya me van a venir a recoger, muchas gracias de todas formas,”
Él asiente con la mandíbula apretada pero no dice nada más y tan pronto como llegamos a la puerta del edificio, veo que él duda por un momento antes de subirse a su auto, mientras yo me alejo para irme a sentar en una banca que está en una parada de autobús a unos cuantos pasos de su auto, él pareciera querer decirme algo, pero al final se arrepiente y se sube a su auto, sin embargo, no se marcha de inmediato, sino que se queda por más de cinco minutos allí sentado, casi como si estuviera esperando hasta que vengan por mí, y entiendo que su dubitación anterior tal vez se debía a que se estaba debatiendo entre esperar conmigo o irse.
Quisiera que se fuera, no quiero ni imaginar lo que diría George si llegara y lo viera aquí, por lo que pensando en algo rápidamente, tomo mi teléfono y finjo que estoy hablando por teléfono con alguien de forma animada, lo cual funciona a la perfección, pues su auto se enciende y en menos de un minuto él ya se está alejando hacia la dirección opuesta, así que guardo nuevamente mi teléfono en el bolso y espero a George.
Diez minutos pasan y él no ha llegado, pero calculando el tiempo que le toma llegar hasta aquí, sé que no tardará en llegar y por esa razón no corro a buscar refugio cuando empieza a llover, pero un par de minutos después la lluvia empieza a volverse más fuerte, casi como en una tormenta y para ese momento ya han cerrado las puertas del edificio y la mayoría de comercios cerca, por lo que me estoy empapando completa y corro hacia una tienda cerrada para buscar refugio debajo de una carpa ubicada fuera.
Tomo mi teléfono y llamo a George, furiosa porque me dejó esperando tanto tiempo, pero me sorprendo cuando él me contesta el teléfono y dice: “Ali, ¿ya saliste del trabajo?”
“¿A qué te refieres con eso? Claro que ya salí hace mucho tiempo, te envié un mensaje,” le digo de forma acusadora.
“¿Un mensaje? no he recibido nada,” él me dice con un tono confundido y cuando entro a la aplicación de mensajes para confirmar la hora en que se lo envié, me doy cuenta de que en realidad nunca presioné el botón de enviar, y seguramente se debió a que estaba demasiado apurada por esconder mi teléfono de la vista de Dominic; dios, qué tonta soy.
“Tienes razón, olvidé presionar el botón de enviar,” le respondo con un hilo de voz.
“Tienes que prestar más atención a lo que haces,” él me regaña, y luego continúa: “¿En dónde estás?”
Después de decirle a George en dónde debe recogerme, espero de pie bajo la carpa a que él llegue y le toma alrededor de veinte minutos más, tiempo durante el cual yo me remuevo incómoda por los zapatos de tacón que llevo puestos y porque mi cabello está goteando, empapando mi abrigo, haciendo que tirite por el frío que está haciendo en la calle, y me cuestiono por qué no dejé que Dominic me llevar a casa cuando él se ofreció.
Justo antes de que George llegue, veo a Kim cruzar la calle bajo un enorme paraguas y noto cómo ella mira dos veces hacia mi dirección, insegura de si me conoce o no, pero decidiendo al final que sí me conoce y cuando ella empieza a caminar hacia mí, maldigo en silencio por mi mala suerte.
“Alice, ¿qué haces aquí a esta hora y por qué estás tan mojada?” ella me pregunta con preocupación casi con un tono maternal.
“Estoy esperando a que mi hermano venga por mí,” le respondo y ella me mira con aprehensión.
“¿Llevas mucho rato esperando?” ella me pregunta mirando hacia mi ropa mojada.
“No, no, es sólo que olvidé mi paraguas en casa,” le respondo pero ella no parece creerme.
“¿Por qué no esperas a tu hermano en mi casa? Yo vivo a una calle de aquí,” ella me dice y cuando creo que no voy a ser capaz de negar su invitación, veo al auto de George estacionar frente a nosotras, lo cual me hace suspirar de alivio.
“Muchas gracias, Kim, pero no es necesario, ya llegaron por mí,” le respondo señalando al auto de George.
“Oh, ya veo, bueno asegúrate de quitarte esa ropa mojada tan pronto llegues a casa o te enfermarás,” ella me dice con una sonrisa amable.
“Lo haré, te veo mañana en la oficina, adiós,” le digo antes de correr hacia el auto.
“¿Quién era esa mujer y por qué te estaba hablando?” George me pregunta tan pronto me subo al auto.
“Es Kim, la recepcionista de la firma, ella vive a una calle de aquí y me vio cuando iba para su casa, así que paró a saludar,” yo le respondo y él mira una vez más hacia Kim con una expresión extraña antes de arrancar el vehículo.
Desafortunadamente para mí, un accidente de tránsito cerca a mi casa ocasiona un gran embotellamiento y pasamos cuarenta minutos más en el auto, el cual no tiene calefacción, por lo que tengo que encogerme bajo el abrigo de George, quien al ver el estado en el que estaba, me pidió que me quitara mi abrigo mojado y me dio el de él.
No obstante, eso no es suficiente y al día siguiente amanezco con un dolor de cabeza espantoso, mis ojos hinchados y mi nariz roja, con lo que parece un signo claro de resfriado, y aunque al principio me debato entre si ir o no a trabajar, al final decido hacerlo pues sé que Dominic tiene una reunión importante y no puedo faltar.
Tan pronto como llego a la oficina, veo a Dominic hablando con Kim y parece estarle dando instrucciones sobre la reunión de hoy, y sé que debe estar haciéndolo porque pensó que no llegaría a trabajar hoy, ya que llegué media hora tarde debido a la lentitud con la que me vestí esta mañana y al hecho de que George no pudo traerme por lo que tuve que tomar un taxi; apenas me ve entrar a la oficina, Dominic frunce el ceño hacia mí y parece estar a punto de darme un buen regaño, pero a medida que me acerco más a ellos, sé que él puede notar el horrible aspecto que debo tener en este momento, y su expresión cambia de furia a una de preocupación al instante.
“Querida, te dije que te cambiaras esa ropa mojada lo más rápido posible y claramente no me escuchaste, mira tu cara, debes estar resfriada,” Kim me dice, notando también mi estado.
“¿Ropa mojada?” Dominic le pregunta con curiosidad.
“No, estoy bien no te preocupes,” yo me apresuro a responderle, tratando de evitar que ella escuche la pregunta de Dominic, pero es en vano, pues ella se lanza a contarle sobre nuestro encuentro de anoche, mientras él mira de la una a la otra con una expresión confundida y al final parece nuevamente molesto, aunque no tengo ni idea por qué.
“Si no te sientes bien, ve a casa, Kim me ayudará con la reunión,” él me dice con tono severo.
“No, ya les dije que estoy bien, no es nada, en serio, me tomaré una pastilla y quedaré como nueva,” yo respondo antes de ir hacia mi escritorio para empezar a organizar las cosas de hoy y siento la mirada de Dominic quemando en mi espalda.
Dios, esté será un día largo.