ALICE Dominic se pone de pie lentamente con la servilleta hecha una bola entre sus dedos y su mandíbula está apretada casi dolorosamente, él trata de dar respiraciones profundas, pero su rabia es evidente en su rostro, y por dos largos minutos lo único que hace es mirarme y luego observar la servilleta en su mano, pero permanece en un silencio mortal que francamente me está empezando a poner nerviosa. “Señor Pemberton, yo no…” empiezo a balbucear y parece que la forma en que me refiero a él termina por agotar su paciencia y él prácticamente me arroja la servilleta con el número de Adam. “No me interesa escuchar ningún tipo de explicación sobre lo que hace con su vida privada, señorita Coleman, lo único que me importa es que haga su trabajo bien,” él espeta antes de volverse hac