▪️Perfecta▪️
Gigi miraba a su amiga y trataba de no reírse de ella y de su frustración tan evidente.
—¿Qué ocurre?.
—Ese hombre es… es…recto.
—¿Recto?.
—Pues si, llega al trabajo y no habla más que con su asistente o con otros hombres, jamás lo he visto hablar con mujeres.
—¿Estas diciendo que te das por vencida?.
Blake hizo un puchero y negó, en su vocabulario no existía la palabra imposible.
—No, ese hombre va a caer tarde que temprano, solo tengo que darle en su punto débil.
—¿Y cuál es?.
—Mmm… no estoy muy segura.
—¿Y la esposa?.
—Me marcó esta mañana para ver como iba, ella sabe que su marido no va a ser fácil, no me está presionando ni nada.
—¿Será uno de esos tóxicos raros?.
—Pues no lo parece.
—¿Te imaginas que terminara enamorado de ti?. —Gigi sonrió y se emocionó al imaginarlo ella.
—No lo creo, no tenemos nada en común.
—Polos opuestos se atraen.
—Creo que vez muchas películas Gigi, necesito que me ayudes con algo, necesito que me des un par de clases de informática.
—¿Y eso por que?.
—Pues al parecer no soy eficiente en el trabajo.
—Ha, ha, está bien, yo te ayudo con eso.
[ —Todas las mañanas va a un gimnasio cerca de casa…]
El lunes en la mañana Blake se levantó más temprano de lo habitual, bostezó con fuerza y se talló los ojos, se metió a la ducha y al salir se puso uno leggins negros y un top blanco, ¿Qué clase de mujer le gustará al señor Lujoso?.
La esposa era una belleza, Blake también tenía sus encantos, pero no estaba segura de ganarle a la esposa.
Se miró al espejo y pensó que le faltaba más… sensualidad, se sujetó el cabello en una coleta y se puso un poco de maquillaje, ella por lo regular no se ejercitaba, pero todo era por trabajo.
Se puso una chamarra y sus tenis deportivos, salió de su casa y tomó un taxi hasta que llegó al dichoso gimnasio, miró su reloj, 5:32 am, era demasiado temprano para su gusto. Entró a aquel lugar y miró todo a su alrededor, parecía un lugar costoso, en su mayoría había hombres quienes estaban concentrados en sus ejercicios.
Fue hasta la recepción del lugar y saludó con amabilidad.
—Buenos días, Quisiera entrenar.
—Hola. ¿Tienes alguna membresía?.
—No.
—¿Quieres entrenar por día? —preguntó la recepcionista.
—Si, por favor.
—Okey, ¿Quieres algún entrenador personal o…
—Oh no, no, yo solo quiero probar.
—¿Ya antes has entrenado?.
—No.
—Bueno, igual tenemos un entrenador, es el hombre de traje deportivo n***o, cualquier duda que tengas él te puede ayudar, te recomiendo que empieces por algo fácil, la corredora o la bicicleta.
—Okey, ¿Y cuál es el costo por día?.
—Cuarenta dólares.
—¿Cuarenta dólares?.
—Si, por las horas que quieras, al día.
Blake hizo una mueca, —Bien— dijo y sacó su cartera, le pagó a la mujer y fue a dejar sus cosas en un locker para después adentrarse en aquel lugar
Ella disimulaba, pero al mismo tiempo buscaba a su jefe, hasta que lo encontró haciendo pesas, entonces ella entendió por qué el tipo se veía tan bien.
Solo traía un pans n***o y una playera blanca, traía sus audífonos puestos y no parecía prestarle atención a nada más.
¿Por qué un hombre Millonario acudía a un gimnasio público?, ella no lo sabía, tampoco le importaba mucho. Se acercó un poco y miró una máquina extraña frente a ella,
Decidió no volverse loca con aquel aparato y sólo se paró frente a un enorme espejo a unos cuantos metros de Sebastian Dulac, empezó a hacer sentadillas y poco a poco se acercaba a él.
Sebastian estaba concentrado en sus ejercicios cuando miró por el espejo a la joven que estaba a su lado haciendo ejercicio.
Frunció el ceño y se sacó los audífonos, esa chica se le hacía muy conocida.
Iba a hablarle, pero decidió mejor no hacerlo, volvió a ponerse sus audífonos y dejó las pesas, secó su sudor y tomó un poco de agua, fue a un aparato para hacer pierna y solo continuó con lo suyo.
Mientras tanto Blake lo veía no muy feliz, ¿Por qué se había ido?.
Decidió usar un truco viejo, y solo caminó, al llegar hasta él, fingió un tropiezo y cayó justo frente a él.
Sebastian por supuesto le ayudó a levantarse y ella fingió sorpresa y vergüenza.
—¡Señor Dulac!.
—Señorita Hudson.
—Que vergüenza con usted.
—¿Se encuentra bien? —preguntó él mientras la soltaba evitando el contacto físico innecesario.
—Si, gracias, no sabía que usted venía a este gimnasio.
—Vivo cerca.
—Oh, ¿De verdad?, que coincidencia.
—Si, bueno que tenga buen día — dijo el hombre con seriedad y volvió a lo suyo.
—Señor…
Sebastian la miró.
—Le gustaría ir a tomar una taza de café conmigo, es temprano y…
—Señorita Hudson, si no le importa prefiero mantener nuestra relación meramente laboral.
Blake se sintió un poco desesperada. —Oh si claro, yo jamás insinué otra cosa, usted es mayor que yo, y además está casado y yo… yo tengo novio.
Sebastian sólo la veía sin ninguna expresión en su rostro.
—Solo quería ser amable con usted, espero que nuestra relación laboral sea agradable y poder tenernos confianza, eso es todo— terminó de decir la chica.
—Mi confianza no se la ganará invitándome una taza de café, ni siendo amable, trabaje duro señorita Hudson y ya veremos.
—Si, claro.
Blake no se atrevió a decir nada más, en realidad no había nada más que decirle a aquel hombre.
Llegó a su departamento muy adolorida y decepcionada de la vida, se sentó en el sofá y se desparramó en el, miró su reloj y se dio cuenta de que faltaba una hora para ir al trabajo. No le quedó más que obligarse a levantarse e ir a tomar otra ducha.
Solo tenía que hacer este trabajo y entonces podría poner esa pastelería que tanto quería.
Con lo que aquella mujer le iba a pagar y con sus ahorros, era suficiente, no lo pensó más y se alistó para ir al trabajo.
—Buenos días— Dijo Aaron al verla llegar.
—Hola.
—¿Te sientes bien?, te vez decaída.
—Estoy bien, solo tuve un fin de semana agotador.
—¿Eres una chica de fiesta?.
Si, Blake amaba la fiesta, bailar, tomar, reír y platicar, pero la realidad era otra, las oficinas le deprimían el alma, simplemente no le gustaban.
—No tanto como quisiera.
Aaron sonrió y se puso de pie muy rápido.
—Buenos días señor Dulac.
Blake solo se giró con lentitud, ya no planeaba darle los buenos días, de cualquier modo él frío hombre nunca le respondía el saludo.
—Buenos días — dijo Sebastian.
—Aquí tiene los pendientes de hoy, en la tarde tiene una junta con los diseñadores…
Blake solo se fue a su lugar, ella no se esmeraba en aquel empleo por que no le gustaba.
Los teléfonos empezaron a sonar y ella no se molestó en atenderlos.
Aaron trataba de concentrarse en lo que le tenía que decir a su jefe pero los teléfonos sonando no lo dejaban, fue a contestarlos y Sebastian se molestó.
—Señorita Hudson, su trabajo es responder las llamadas, al menos podría tratar de hacerlo.
Blake se despabiló y asintió un poco asustada de la mirada del jefe.
—Aaron a mi oficina.
—Si señor — dijo el asistente y lo siguió.
Una vez que entraron a la oficina Sebastian se sobó la cien. —¿Ella no te ayuda?.
—Si—mintió Aaron. —Solo se está acostumbrando a el ritmo de trabajo, eso es todo.
—Una semana Aaron, si ella no da el ancho en una semana me lo dices y contratamos a alguien más.
—Si señor.
Blake estaba pegada a la puerta escuchando todo lo que esos hombres hablaban.
‘Mierda’.
Ella no podía dejar que la corrieran, no sin antes conseguir las pruebas que necesitaba, llevarlo a la cama sumamente ebrio, desnudarlo y tomarse unas fotos con él, si no sonaba difícil no debía de serlo, tal vez ella solo lo estaba haciendo mal.
Miró todo a su alrededor y se apresuró a ordenar su escritorio, respondió las llamadas, anotó los recados y durante el día le ayudó a Aaron con algunos pendientes.
Al hombre lujoso le gustaba la perfección, ¿Cierto?, entonces Blake entendió que tenía que ser perfecta para él, para poder tener su atención.