Una joven sirvienta, con un canasto de hierbas en la mano, va de prisa por los pasillos oscuros de la mazmorra. Mira a sus lados aterrada de que alguien la vea por esos lares. Llega hasta la puerta de fierro que le indicaron y mira por la pequeña abertura para cerciorarse de que la princesa Ryanah se encuentre allí.
El lugar es tan poco iluminado que no logra divisar con certeza de que sea ella quien está parada allí, pero debido al poco tiempo con el que cuenta para cumplir esta misión, no tiene de otra que arriesgarse. Da una última mirada a sus lados y abre el candado oxidado con la llave que saca de su mandil.
La anciana princesa se sobresalta con el ruido sutil del seguro cediendo, se levanta y camina hasta el rincón más oscuro del sitio con un temor profundo, haciendo una presión
