El aire pesado y nauseabundo hace que a Keisha se le dificulte respirar. Permanece inmóvil contra la pared, sosteniendo con fuerza el ruedo de su vestido, incapaz de dar un paso para ningún lado. La poca luz que entra por la abertura deja entrever lo sombrío del sitio, oscuro, sucio y mohoso, acrecentando su temor de que alguna alimaña se precipite contra ella de un momento a otro. Maldita su suerte ¿Por qué le suceden todas estas cosas? Sus ojos están arenosos de tanto llorar. Este lugar es muy húmedo y tiembla de frío. Ruega a los dioses que Artur la absuelva, que la escuche y ordene que la saquen de aquí antes de que la noche caiga, aunque luego la mantenga encerrada de nuevo en sus aposentos. Incluso eso será mejor que este lugar tan horripilante. Escucha los murmullos de unos guard