En el momento que pisamos el patio trasero del bar, deseé no haber salido de casa. Quise darme media vuelta y correr lejos de esa mesa, la cual me estaba sonriendo burlona tal como el gato de Alicia en el país de las maravillas. Riéndose de mi y de mi pobre corazón que latía a punto de entrar en pánico. ¿Quedaría mal si...? Maldije a Anna por traerme aquí. Porque, claro, de todos los lugares en donde podríamos haber ido, me arrastró al lugar donde obviamente venían todos. Y cuando digo todos, es todos. Pero ese pequeño detalle se olvidó mencionarlo cuando su amiga, Briana, una morena alta y esbelta con sonrisa dulce que trabajaba de mesera en el bar, también mencionó que los chicos se encontraban en la parte trasera. Recordé la sonrisa inocente que me puso mi compañera al tiempo q