Lo miré furiosa cuando salimos del cuarto. Él miró la puerta y siguió caminando hacía afuera de la casa, por lo que obviamente lo seguí. Una vez afuera, mi mano llegó a la altura de su hombro y le pegué. - ¿Qué rayos te pasa? – Musité alterada - ¿Cómo Nicolás no te reconoció? – Se encogió de hombros, por lo que fruncí el ceño. - No lo sé, puede ser que tu lobito sea un tanto estúpido – Yo negué. - Tú muy bien sabes que no lo es. - La gente puede cambiar en diez años corazón – Se acercó a mí con una sonrisa de lado – Por lo que Nicolás cambió a ser un tonto. - ¿Qué es lo que quieres Gabriel? – Me crucé de brazos estando más que furiosa – Se supone que no saldrías de tu cuarto mientras estuvieran nuestros hijos y los demás. - Quería verte y