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2768 Palabras

Lo miré furiosa cuando salimos del cuarto. Él miró la puerta y siguió caminando hacía afuera de la casa, por lo que obviamente lo seguí. Una vez afuera, mi mano llegó a la altura de su hombro y le pegué.   -       ¿Qué rayos te pasa? – Musité alterada - ¿Cómo Nicolás no te reconoció? – Se encogió de hombros, por lo que fruncí el ceño. -       No lo sé, puede ser que tu lobito sea un tanto estúpido – Yo negué. -       Tú muy bien sabes que no lo es. -       La gente puede cambiar en diez años corazón – Se acercó a mí con una sonrisa de lado – Por lo que Nicolás cambió a ser un tonto. -       ¿Qué es lo que quieres Gabriel? – Me crucé de brazos  estando más que furiosa – Se supone que no saldrías de tu cuarto mientras estuvieran nuestros hijos y los demás. -       Quería verte y

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