Los ojos de Isabella permanecían fijos en la casa en llamas, congelada en su lugar, incluso después de que Owen acomodara a Valery en el asiento trasero y regresara por ella, llevándola hacia el asiento del pasajero mientras le susurraba que todo iba a estar bien y que, por ahora, él conduciría para llevarla a ella y a Valery a un lugar seguro.
En el momento en que sus manos la soltaron para abrir la puerta, el hechizo se rompió, y el mundo a su alrededor comenzó a tener sentido de nuevo.
Owen estaba a punto de abrir la puerta, con la intención de ayudarla a subir, cuando la mano de Isabella agarró la suya, de inmediato, él se giró para mirarla con una expresión de desconcierto.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
—Él todavía está ahí dentro —respondió ella —Está ahí dentro, estoy segura
