Más temprano ese día, mientras el sol todavía bañaba la ciudad con tonos cálidos, Katherine caminaba de un lado a otro en su habitación, mordiéndose las uñas mientras ideaba un plan siniestro.
Le había tomado algunos días, pero finalmente había reconocido que Isabella debía haber mantenido la figurita lejos de Valery, porque hasta el día de hoy no había oído noticias de que la vida de Valery estuviera en peligro.
En pocas palabras, su plan había fallado, y probablemente estaba en serios problemas.
—¡Maldita sea! —gritó con fuerza, dándole una patada a la mesa de café con su pierna.
El pobre mueble sufrió la furia de su enojo y cayó al suelo, haciendo que el vidrio transparente de la parte superior se rompiera en pequeños pedazos al chocar contra el piso, creando un fuerte estruendo, e
