Isabella casi se rió ante las palabras engañosas de Katherine, y es que, si alguien más hubiera escuchado esas palabras, habrían pensado que ella y Katherine eran mejores amigas, o al menos amigas cercanas, pero, oh, qué lejos estaban de eso.
—Ja, sí que tienes agallas —espetó Isabella al teléfono—. Llamando a mi línea solo para decirme un montón de tonterías después de todas las jugadas que has hecho, ¿Y qué, crees que voy a entrar fácilmente donde quieres que esté? Gran imaginación la tuya.
—Oh, Isabella —suspiró Katherine, como si ya hubiera anticipado exactamente esa actitud de Isabella.
Al otro lado, acompañado por su suspiro se escuchaba el sonido de cubiertos, Isabella no quería imaginar a la bruja derramando té en una taza mientras pronunciaba sus ridículas palabras, pero ya er
