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2077 Palabras
Félix —Deja que se divierta —dice Hiroshi a mi lado. Miro hacia el mar, ella aún sigue a la vista. Mentiría si digo que no estoy preocupado. Ella ha estado bebiendo y la corriente por la noche puede ser peligrosa, alguna ola podría arrastrarla y ahogarla. —Estará bien. —Ella ha bebido mucho —reprendo a Hiroshi. —No tanto como yo, —era cierto. Mi amigo parecía más ebrio que ella. —Solo deja que se divierta, ha tenido un tiempo difícil. —me giro para verlo. —¿A qué te refieres? ¿Y desde cuando son tan cercanos? Creí que habían dejado de estar en contacto. —Nunca me esperé esto de Hiroshi. Él me contaba casi todo, sabía con qué chica estaba ligando al día, y que me ocultara sobre la relación que tiene con Adeline, me hace sobre pensar las cosas. Desconocía que tanta información le dio Adeline sobre nosotros en el pasado. —Hasta que no dejes de mirar a tu propio culo, no podrás ver lo que está a tu alrededor sucediendo con las personas que están cerca de ti, Félix. —Déjate las frases emocionales y ve al grano. Él se ríe. —Cuando ella decidió terminar lo que teníamos. Me contó sobre ustedes. —Siento un nudo en la garganta, no sé si eso sería un problema para nosotros. Miro hacia el mar, ella aún está ahí. —Ya te dije que fuimos a la universidad juntos, —él sacude su cabeza. Sostengo más fuerte mi vaso sin llegar a romperlo. —Ella me dijo que fueron algo más que amigos. —Aprieto mis dientes fuertemente. Necesito otro trago. —Adel, me dijo que le rompiste el corazón. —me quedo pasmado ante esas palabras. Termino de servir mi trago y trato de sobrellevar la conversación. —¿Qué yo le rompí el corazón? —suelto una risita bromista. —No creo, si no ella no estaría aquí con nosotros. —Bromeo. Hiroshi chasquea la lengua. —Sabía que eres un idiota a veces, pero que no eras tan cabrón con las mujeres, —sus palabras calan mis huesos. —Yo al menos, les hablo claro cuando estoy con ellas. No las ilusiono si no quiero más. Pero al escuchar lo que me dijo ella sobre lo que le hiciste, fue tan bajo, amigo. —Muerdo mi labio inferior. —¿Qué te dijo exactamente? —pregunto. Él se levanta de la arena y bebe de un solo trago el resto de su bebida. —Que eres un hijueputa que jugó con sus sentimientos y la usó, engañándola con su mejor amiga. —Se quita la camisa, y los pantalones, corre hacia el mar donde se encuentra Adeline. Los dos se ríen. Serían una bonita pareja. Me doy la vuelta y los dejo ahí solos. Creo que soy el que sobra en esta ocasión. ** —¿Ya trajeron el paquete? —pregunto a Hayate. —Aún no señor. Está estimado que llegará esta tarde, —le pido que se retire. Espero que pronto este aquí lo que necesito, si no será demasiado tarde. Recojo mis cosas y salgo de la oficina, necesito ir a ver a un socio importante. Debo aún arreglar el problema que tuvimos en Shanghái. —¿Qué haces esta noche? —me pregunta Hiroshi a través del teléfono. —¿Por qué? —Vamos por unos tragos, te has estado quejando de que no pasamos tiempo juntos. —¿Irá Adeline? —por ahora no quería verla. —No. Solo seremos nosotros dos. —Está bien. Envíame la dirección. —colgué. Las personas somos volubles a nuestro pasado. —Entonces ¿A qué se debe tu llamada? ¿Por qué querías verme? —pido un whiskey. Mi amigo se ríe. —Calma hombre. ¿Ahora ya no puedo pedir ver a mi amigo? Siempre andas ocupado. —No tanto como tú —suelto. Él levanta las manos en defensa y sonríe. —Andas a la defensiva, eh. Y pienso por qué. —Le doy un trago a mi vaso. —Y según tú, ¿por quién? —pide otro trago y se gira para verme completamente. —Adeline. —Aprieto mis dientes fuertemente. —¿O me equivoco? —¿Ella que tiene que ver con todo esto? —da una risotada. —No intentes negarlo, es tan obvio, por qué me das esa mirada. —¿Cuál mirada? —La de querer golpearme, cuando estoy a su lado. —bebe de su vaso. —Lo veo a través de tus poros. Aún la quieres para ti. Eres como un perro meando su territorio. —Jódete, Hiroshi. —escupo. —Es la verdad —se ríe —puedo ver que aún te gusta ¿o me equivoco? —¿Fue para eso que me llamaste? ¿Estás viendo si soy un rival para conquistarla? —es mi turno para reírme. —Te creí mejor que esto Hiroshi. —hago una pausa —tienes a tantas mujeres, ¿por qué ella? —¿Qué? ¿piensas que ella no lo vale? —Ha adoptado un tono más firme. —No es eso. —Entonces, ¿qué intentas decirme? —No intento decirte nada. —Me gusta, —él me mira con seriedad. —Ella me gusta mucho, y quiero cuidarla. Siento una acidez en mi estómago asentándose. —¿Qué te detiene? —Ella, —suelta. —¿Cómo? —frunzo el ceño. —No me quiere a mí. Aún sigue queriéndote, lo sé —sus palabras me dejan si qué decir. —Ella aún te piensa, lo veo cuando te mira. —bebo de un solo trago el resto de mi bebida. —Estás loco, —escupo. Pido otro trago. —Es cierto. No quise verlo cuando estuvo la primera vez aquí. Te reconoció. —Hey, amigo. Creo que has bebido mucho por esta noche. —le palmeo el hombro, pero él se suelta de mi agarre. —Tú sabes que es verdad, —sacudo la cabeza. —No sé de qué estás hablando, —me mira como si en realidad quisiera golpearme. —Ella nunca te olvidó. Eres un fantasma en su vida ¿por qué no la dejas en paz? Ella ha sufrido demasiado ¿por qué no dejas que ella pueda hacer de nuevo su vida? —¿De qué mierda está hablando? —Ella ha sufrido suficiente, y es hora de que pueda disfrutar su vida. —Amigo, creo que debemos ir a casa. —Intento arrastrarlo fuera de la barra, pero él se rehúsa. Sus guardias están al acecho, no quiero pedirles ayuda, porque de otra forma se armará un escándalo. Conozco a Hiroshi de hace años, él no es de las personas que dejan pasar este tipo de cosas. —No quiero ir a casa —era obvio que había estado bebiendo mucho antes que yo llegara. Pero su comportamiento me desconcertaba, nunca me había hecho este tipo de escenas por una mujer. Y eso solo decía una cosa. Estaba colado por ella. Adeline. Mierda. —Debemos irnos. Hablaremos en otro momento. —Concordé. —Félix. Dime la verdad, —me detuve. —¿La quieres aún? Si me dices que sí, me haré a un lado. Eres mi mejor amigo, te quiero como a un hermano. Carajo, eres mi hermano. No quiero hacerte daño. —Siento la punzada de sus palabras en mi pecho. Sabía que lo decía enserio. Si yo le decía que la quería, él iba a hacerse a un lado, pero no podía hacerle esto. Era mi mejor amigo, su familia me había ayudado a estar en este puesto. Tenía todo esto, por ellos. Sería una traición, si hiciera esto. Me tragué mi orgullo y no reconocí mis sentimientos por lealtad. Lo que ella y yo habíamos tenido, pertenecía al pasado. Era lo correcto, ella necesitaba un nuevo comienzo con alguien que la pudiera proteger y querer. Se merecía a alguien mejor que yo. Hiroshi, era el hombre indicado. —No hay problema, amigo. Adeline, solo es una persona de mi pasado. —Tranquilizo —la veo solo como a una amiga. No tienes nada de qué preocuparte. —Y aunque siento una punzada en mi pecho, pienso que he hecho lo correcto. Adeline, estará segura y a salvo, si yo no pertenezco a su vida. Ella se merecía a alguien mejor que yo. ** Hiroshi me invita a una cena para despedir a Adeline. Se va mañana temprano. No hemos hablado del tema de esa noche en el bar, y no quiero que lo toque, porque siento que podría arrepentirme de mis palabras. Nosotros estamos hablando de unos negocios, cuando ella hace su aparición con un vestido n***o, que lleva una abertura en la pierna derecha, y tiene un escote en la parte superior. El vestido se le pega como a una segunda piel, ella no debía estar usando eso. Los dos nos quedamos viendo a la mujer que se acaba de sentar en nuestra mesa. —Por dios, Adeline ¿Qué te has hecho? esta noche pareces más hermosa de lo normal —dice Hiroshi aludiendo. Ella sonríe tímida. —Solo he usado el vestido que me has enviado. —Miro a mi amigo, y él se encoge de hombros. —Es un vestido que fue hecho para ella, —me dice. El mesero llega y hacemos nuestros pedidos. Cuando se va, Hiroshi le pregunta sobre si pueden verse cuando él viaje a NY, me incomoda verlos hablar de ese tema. Pero miro mi celular mientras los escucho conversar, están hablando sobre a los lugares que ella lo llevaría y cómo iba a disfrutar estar allí. El mesero me salva de esa tortura, cuando trae nuestras bebidas. Todos hemos pedido vino. Recuerdo, que a ella le gusta mucho. Deja escapar un sonido de satisfacción cuando lo bebe, eso se va a mi pierna. Mierda. Hiroshi solo se ríe cuando la escucha. —Eso fue muy caliente —escupe. Le miro, pero él solo tiene ojos para ella. Hiroshi, no tiene filtro. —¿lo disfrutaste? —ella suelta una risita nerviosa. —Lo siento, hacía tiempo que no degustaba un vino de esa cosecha, —menciona. Ella me da una mirada tímida y yo vuelvo a centrar mis ojos en mi celular. —¡Oye hombre! Deja de mirar tu celular ¿estás esperando a alguien? —me pregunta Hiroshi. —No. Estaba supervisando que todo estuviera bien con la mercancía hacia a Osaka. —Suelto. Guardo mi celular. —Entonces, Adeline. Esta es tu cena de despedida ¿Qué quieres hacer? Nosotros estamos a tus ordenes —bromea Hiroshi. Ella nos mira a los dos un poco confusa. —¿Qué? —pregunta ella. —Nosotros estamos hoy para complacerte —miro a Hiroshi, debe ser una broma. —¿A qué te refieres con complacerla? —esto no se escuchaba bien. —Es el día en el que se te concede lo que quieres, pídenos lo que sea. —Ella nos miraba asombrada. No podía salirme de esta, ya que Hiroshi me había arrastrado hasta aquí. —Está bien. Les diré lo que quiero…—la emoción estaba por todos sus poros. —primero comeremos y después iremos a un lugar. Y eso fue lo que hicimos. —¿Es todo lo que quieres? ¿enserio? —ella me silenció. —Ya va a comenzar. Estábamos en el cine los tres. Con ella en medio de nosotros. Era la que tenías las palomitas, y cada vez que tenía que tomar algunas palomitas, mi mano chocaba con la suya, era incómodo. Así que mejor solo bebí mi refresco. —Creí que la chica iba a morir, es lo que pasa en este tipo de películas. —dijo Adeline. —¿Piensas que nosotros los japoneses somos muy crueles? —pregunta divertido Hiroshi. —Sufro con sus animes y películas, siempre. Le dan un final muy triste. —Pero el mensaje es llegado ¿no es así? —Defiende Hiroshi. —Si, lo es. Pero uno siempre termina con el corazón roto. —él se ríe. —Es la verdad. —Te creo —la jala hacia él y le da un abrazo. —Vamos por un helado ¿te apetece? —ella asintió con la cabeza. Yo los seguí como un guardaespaldas. Me estaba cansando de esto.
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