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3217 Palabras
Cubrí el evento a la que había sido enviada, y estaba con Charlie en un restaurante cenando, me había ido mejor. Esperaba a Hiroshi que nos acompañaría esta noche. —¿Va a venir tu galán? —la voz de Charlie es entusiasta. —No es mi galán, solo un amigo que conocí. —pone los ojos en blanco y corta un pedazo de su carne y come. —Si tú lo dices. —Veo a Hiroshi llegando —sonrío cuando nuestras miradas conectan, pero atrás de él viene alguien más. Se borra mi sonrisa y mi cuerpo se estremece. Es él. Félix. —Y viene acompañado. —Charlie gira su rostro para mirar y sonríe. —Es nuestro amigo de la discoteca. —Hola, espero no llegar tarde. —me da un beso en la mejilla y se sienta. —Espero que no les importe que haya traído a mi amigo. —Para nada, es un placer. Soy Charlie. Adeline me ha hablado mucho de ti —le miro con los ojos abiertos como platos ¿yo he hecho eso? Me lanza un guiño. —Además conozco a tu amigo. Adeline, también lo conoce. ¿No es así querida? —sonrío forzosamente hacia ellos. —¿Es eso cierto? —me pregunta Hiroshi. Asiento con la cabeza. —De hecho, me los encontré en mi discoteca. Esa noche estaba cerrando unos negocios, y cuando la vi a ella, no dudé en acercarme a saludar. Después de todo, es tu amiga —responde Félix hacia Hiroshi. Este sonríe. —Gracias, amigo. Espero que se hayan conocido mejor. —Bueno, ese es el caso. Ella y yo, ya nos conocemos, desde hace muchos años atrás. —dejo mi tenedor en el plato, miro la carne sin cortar. Me tenso. ¿Enserio lo ha dicho? ¿cómo se atreve? Siento la mirada de todos en mí y en cómo voy a reaccionar ante esto. —¿Es eso cierto Adel? —la voz de mi amigo es acusatoria, se sentirá herido por no haberle contado la historia. Pero es que mi vida privada era muy reservada. Ni Roy y Alexa, sabían sobre la existencia de Félix. Levanto la mirada de mi plato y dejo los cubiertos a un lado. Miro primero a Félix, quien me lanza una mirada divertida. Está poniéndome a prueba. Hiroshi, mantiene unas líneas de confusión en su frente y Charlie está curioso por lo que vaya a salir de mi boca. Reúno el valor y sonrío. —Si, es verdad. Félix y yo, tenemos historia. —le lanzo una mirada retadora a él, su cuerpo se estremece. —y una no muy buena. —le lanzo una mirada mordaz. —De hecho, es una trágica. —me da una mirada de advertencia, eso me divierte. Él comenzó esto. Yo no quería desenterrar viejos recuerdos de nosotros, no sé qué relación tenía Hiroshi con Félix, pero era obvio que no quería estropearla con su pasado. —¿Trágica? —Hiroshi suena curioso. Le sonrío con diversión. —Si, demasiado diría yo. —él sigue mirándome con tensión y nerviosismo. ¿A qué le temes Félix? —No creo que ellos quieran saber sobre ello, —interviene Félix. —Es aburrido. —alzo una ceja. —No, para nada. Muero por escuchar lo que dice Adel —ese es Charlie, le guiño y él se entusiasma más. —Nos conocimos en la universidad —comienzo, —Félix había fallado un año y estaba en mi curso. Se unió a mi círculo de amigos. —Deberíamos dejar esta historia para después —insiste Félix. Sonrío divertida. —No, déjame escuchar. Quiero saber cómo se conocieron —responde Hiroshi. —prosigue, Adeline. Por favor. —Nuestra amistad era buena, hasta que uno de nuestros amigos falleció y todo se vino abajo. Todos nos distanciamos. —todos en la mesa guardan silencio y hay algo tenso en el aire, tal vez he arruinado la noche. —Adeline —la voz de Félix no me detiene. Siento el dolor de nuevo, como si fuera la primera vez que escucho decir a Gustavo por el altavoz que Luis está muerto. El aire se vuelve errático. —Algunos se graduaron, otros no. Pero Félix, así como todos nosotros desaparecimos del mapa. Ninguno tuvo contacto con nadie. —¿Qué? —Charlie está sorprendido por el rumbo de la situación. —Cómo te dije, era una historia trágica. —tomo un sorbo de mi copa de vino. Miro a Félix que parece aturdido, no se esperaba esta versión. Hiroshi, está estupefacto por mis palabras. —Hasta hace unos días, que lo encontré aquí. La verdad que me sorprendió. —¿Por qué fingieron que no se conocían? —nos pregunta Hiroshi. —Porque quería olvidar el pasado, pensar que no había existido. Nuestra amistad se estiró a tal punto que se rompió y la muerte de nuestro amigo, hizo que cortáramos contacto. —respondo. Y es la verdad. Algo se rompió después de la muerte de Luis. La confianza no volvió a ser la misma. —Creo que ambos queríamos olvidar el pasado —siento un nudo en mi garganta. Le miro a los ojos, la verdad está ahí. Ambos queríamos eso inmensamente, yo más que él. Borrar el daño que me hizo. —Lo siento, por hacerte volver a recordar esto —Hiroshi alcanza mi mano y la aprieta. Le regalo una sonrisa forzosa. —No te preocupes, —después de todo. Félix tiene la culpa. —Todo está en el pasado. No importa ahora. —¿Y piensan unir de nuevo su amistad ahora que se han encontrado? —miro a Félix y en su mirada no sé descifrar lo que siente. Me encojo de hombros. —Dejémoslo al tiempo —termina diciendo Félix. —Claro —espeto. —Si me permiten, iré al baño. —Me levanto de mi asiento y camino hacia mi destino. Dentro de este, me sujeto del lavabo. Dejo escapar el aire retenido, mi corazón late deprisa. Me miro al espejo y veo a una mujer que no controla sus emociones, solo por unas pocas palabras. —Eres una tonta ¿cómo puedes dejar que siga teniendo ese efecto en ti? —me reprendo. Me odio por ello, corazón traicionero. Hago mis manos en puños y cierro los ojos, intentando tranquilizarme. —Eres un idiota, Félix. —Una vez más, pierdo la batalla. Pero no la guerra. Cuando vuelvo a la mesa, ellos ya han pedido su cena. El ambiente oscuro se ha eliminado y los veo reírse por algo que Charlie les cuenta. Espero que no sea una de mis momentos vergonzosos en la empresa. —De hecho, creía que era un venado —entendí de qué les contaba. —¿Es lo de áfrica? —asienten todos con la cabeza y se ríen. —¡Basta, Charlie! ¡Siempre les cuentas esa historia a todos! —sonrío avergonzada. Fue hace unos años atrás cuando fui a cubrir un reportaje y confundí a una gacela con un venado en televisión. Apenas había dormido lo suficiente y estaba cansada, no pude conectar ciertas cosas en mi cabeza, como que una gacela se parecía a un venado. —No puedo superarlo. —Y nunca lo haría. Cada vez que podía se lo contaba a la gente, a veces sentía que me utilizaba para romper el hielo en una conversación o hacerle caer bien a las personas. —Nunca lo harás —espeto. Tomo el resto de mi vino y pido un poco más. ** Hiroshi me ha invitado al cumpleaños de su padre. Acepté cuando me dijo que no era nada para formalizar entre nosotros, me iba a presentar como una amiga, que es lo que somos. Después de todo, era un evento importante para él. Así que accedí. Como no tenía vestido, él me envió uno de regalo por aceptar ir con él de acompañante. Charlie, estaba más emocionado que yo. Y me dijo algo sobre su padre que yo desconocía. —Por lo poco que sé, es que Hiroshi pertenece a una familia Yakusa muy importante aquí en Tokio. Su padre es una leyenda. —intenté que no me intimidara. —pero como es una fiesta de cumpleaños, no hay problema. Personas muy importantes y famosos irán. Así que diviértete. —¿Quieres que me divierta en una fiesta de mafiosos? Espero que nadie me apunte con un arma esta noche. El vestido era largo, color rojo, y de seda. Me envió tacones y joyas, para complementar el look. —Te devolveré todo esto, mañana —le susurré cuando entramos a la fiesta. Él se rio. —Es un regalo de mi parte, Adel. No te preocupes. —me sorprendí con la facilidad que se deshacía de pequeños regalos, como unos diamantes. Sacudo la cabeza. —No puedo aceptarlo. Es demasiado. —¿Entonces lo aceptarías si fueras mi pareja? —su pregunta me toma desprevenida. Me congelo en el camino. ¿Estaba declarándoseme? —No, tampoco. —Respondo. Él se ríe. —Eso pensé. Eres una mujer muy integra. —Deja de hacer bromas, —respondo con sorna. —Me temo que la noche será divertida —toma dos copas y me ofrece una. Un delicioso vino. —Eso creo —río. No sé cuántas copas he tomado, pero mi cuerpo se siente tan relajado y la música es demasiada aburrida para mi gusto. Cuando llega el momento de que Hiroshi me presente a su padre como una amiga, yo creo que veo doble de personas. —No creo que sea buena idea —suelto cuando él intenta llevarme a rastras. —Debería irme, he bebido mucho por esta noche. —Solo será unos minutos, no te preocupes. Él no te dirá nada. —siento mi cuerpo débil. —¿Qué le sucede? —la voz de alguien conocido llega a mis oídos. —¿Por qué está así? ¿cuánto ha bebido? —Unas copas, —escucho decir a Félix. —¿Piensas presentarla así al jefe? —hay reprimenda en su voz. Miro hacia su rostro. Es Félix. —¿Félix? Te ves divertido con esmoquin. —río. Nunca lo había visto con traje, y no negaba que estaba demasiado caliente. —Pareces un pingüino. —se miraba tan divertido. Un pingüino sexy. —Solo serán unos minutos —dice Hiroshi. —De ninguna manera, tu padre acaba de llegar y pregunta por ti. Me la llevaré. —dijo con voz demandante. —Pero…—Félix lo detiene. —No discutiremos. Adeline, está muy ebria para que se la presentes a tu padre. La llevaré a su hotel. Ve con el jefe. —las manos de Hiroshi me dejan ir, y aunque estoy un poco sobria, le digo a Félix que me deje ir, pero no me hace caso y me obliga a irme con él. Cuando me hace subir a su camioneta, me siento como una niña pequeña. Indefensa. —¿Qué demonios intentas hacer? —reprende Félix. —¿Por qué mierda has bebido tanto? —Cállate. No eres nadie para regañarme. —Los viejos hábitos, no se te quitan. Adeline. —regaña. Siento un nudo en mi garganta y los ojos se me llenan de lágrimas no derramadas, estoy sentada mirando hacia la ventana de la otra puerta. —¡Déjame en paz! —espeto. —¿Por qué te haces esto? —escucho su voz acusatoria. —¿Realmente ibas a presentarte con el jefe en ese estado? —cada palabra golpea fuerte una tras otra. —¿Por qué? ¿eso te iba a deshonrar a ti o a tu amigo? —pregunto molesta. —Solo por ser alguien importante ahora, no te da el derecho de tratarme como alguien que vale menos. —cierro las manos en puños. Quiero golpearlo. Veo en sus ojos culpa y confusión. —Lo siento, no es como quise que lo vieras. Solo estaba cuidando de ti, evitar una vergüenza que sabría ibas a odiar al día siguiente. —Nunca te lo pedí. —El resto del viaje la paso en silencio. Cuando nos estacionamos afuera de mi hotel, él intentó tomar mi mano para ayudarme a bajar de la camioneta. No se lo permití. Era un idiota. Me encaminé enojada hacia la entrada, pero mi brazo fue sujetado por su brazo con fuerza, lo cual me dolió. —¡Oye! —protesté. —¿Por qué te enojas conmigo? —pregunta. Jalé mi brazo hacia atrás con fuerza, pero siento su agarre débilmente todavía. Mañana aparecerá un moretón. —Eres un idiota. —¿Aún me odias por lo que pasó hace diez años? —me tensé ante la pronunciación de ello. Su mirada es intensa, una batalla librándose dentro. Cierro mis manos a los lados en puños. —¡Deja el pasado donde está! —grito. —Deja de traer la miseria al presente. —espeto. —¿Es eso? ¿aún no lo superas? —era una basura por preguntar esto. El daño que él me ocasionó, me duró mucho tiempo para poder levantarme y luchar mi presente. El dolor era punzante, había cosas que me recordaban a nosotros, palabras que él diría en situaciones como estas. Todo me recordaba a él, fue difícil seguir, pero lo logré. Luché con fuerza para superar mi dolor y pasado, y convertirme en la persona que era hoy. Una periodista exitosa. Lo que siempre quise ser. Y él no iba a venir arrebatarme todo por lo que había luchado tantos años. Me río burlonamente. —¿Piensas que sigo enamorada de ti? ¿Qué sigo queriéndote? —río vacío. Sacudo la cabeza. —Que ridículo. No puedo creer que sigas creyendo que no te he olvidado. Eso pasó hace mucho tiempo, Félix. ¡Supéralo! Yo ya lo hice. —me giro sobre mis talones y entro al hotel. Félix era bueno jodiendo mis noches. Se había convertido en un anfitrión. ** Pedí fuerzas para no rendirme este día. Estaba exhausta, mi cabeza dolía y me sentía deshidratada. No me tocaba ir al trabajo hoy, así que era bueno. Charlie inventó una excusa por mí, de que me había intoxicado con una comida. —¿Cómo fue? —estaba aún en la cama recogiendo mis pedazos. —De la mierda —espeté. —¿Qué hiciste? —¿Asumes que yo fui la culpable? Gracias, amigo. —Siempre haces algo, Adel. ¿Te emborrachaste? —asiento con la cabeza. —¿Cómo hiciste eso en una noche tan importante? —Ese vino era muy fuerte y bueno. Subestimé su alcohol. —Respondí y me encogí de hombros. —Eres una tonta. Perdiste la oportunidad de estar con alguien como Hiroshi. Es un soltero codiciado. No sabía eso, pero aun así no estaba sorprendida ni me asustaba. A mi podrían ponerme enfrente al príncipe de escocia y no cedería tan fácilmente. O al menos eso pensaba. —Si en realidad está interesado en mí, vendrá —dije finalmente. —¿Tan segura crees que lo hará? —me encojo de hombros. —Y si no, me da igual. De todas formas, estaré poco tiempo aquí. —Esperemos que tengas suerte, esta vez. Y si no la tenía, era obvio que estaba maldecida en el amor. Hiroshi me llamó ese mismo día en la tarde para saber cómo estaba, y aunque le pedí disculpas por lo de anoche, el solo se rio. Dijo que no había problema y quería comer conmigo. Eso me desconcertó, aun así, acepté ir a cenar con él. —No entiendo por qué aún no estás corriendo lejos de mí —bromee. Él alzó una ceja sonriendo divertidamente. —¿Quieres que me vaya? —hace un movimiento de levantarse de la silla, y le miro asustada. Se ríe y se vuelve a sentar. —Es broma. —me guiña —no tengo por qué correr lejos de ti, eres una mujer encantadora. —¿Lo soy? —había arruinado una noche perfecta con él y parecía no importarle. —Creo que tienes gustos muy peculiares, Hiroshi. —Bueno, no puedes juzgarme. Pero eres diferente a las mujeres que he conocido. Sabes, —lame sus labios —la mayoría son muy reservadas. Nada parecido a una americana, sin ofender. —sacudo la cabeza diciéndole que no me ofende. —Pero es que eres tan libre, divertida, no te importan las consecuencias. Te gusta romper las reglas. —Aunque no lo parezca, a veces odio ser así. Porque las consecuencias a veces son fatales para mi autoestima, como anoche —sonríe amablemente. —Lo entiendo, creo que todos hemos pasado por ahí. —¿Te ha pasado alguna vez? —sacude su cabeza avergonzadamente. Dejo escapar un suspiro. —Entonces, no lo entiendes. —No me gusta perder el control de mí mismo. Odio perder el control. —¿Quién no? Pero, en fin, eso era otra historia. —Entiendo. —Miro mis manos. —¿Por qué querías verme? —levanto la vista hacia su rostro. Se pone nervioso. —Bueno, el asunto es…—se aclara la garganta. —la verdad yo… —¿Tú qué? —me sentí nerviosa intuitivamente, algo no estaba bien. Presentía que iba a decirme algo que me pondría en una situación incómoda. —¿Hiroshi? —Yo, bueno…—dejó escapar un suspiro. —Me gustas. —mi cuerpo se tensó. Sus ojos me miraron con intensidad, y sentí el impulso de levantarme de la silla y salir corriendo como una perdedora. No me he permitido tener una relación seria desde hace un tiempo. Las responsabilidades que conllevaba ello me provocaba ansiedad, estuve en relaciones superficiales de amigos con derechos, es todo lo que podía sobrellevar mi corazón. Y estuve a punto de ir más allá de solo sexo con alguien, pero no me lo permití. Hiroshi, quería algo serio. Y aún seguía sin estar preparada para ello, el hombre era majo. Alto, cuerpo atlético, cabello n***o y mirada coqueta con una sonrisa exquisita. Atractivo y tenía una buena posición social. Aunque nuestras culturas eran muy diferentes, no era eso el por qué iba a rechazarlo. —Gracias —sonreí tímidamente. Estar en este tipo de situaciones me ponía incómoda, pero ya estaba acostumbrándome. —Y siento igual una atracción hacia ti, —me miró con ojos brillosos. —es solo que no estoy buscando una relación ahora —su cuerpo se tensa. Está desilusionado. —No quiero ponerte en una situación acojonada, si quieres llevémoslo a tu ritmo ¿te parece? —mierda. Mi ritmo decía que no, pero si no estoy aquí para ello ¿entonces que sucede conmigo? Mi corazón latía deprisa al mirarle con una esperanza en sus ojos. —¿A mi ritmo? ¿eso estaría bien para ti? —una sonrisa se mostró en su rostro, iluminándolo. —Claro que sí, si con eso estás cómoda. Para mi está bien. No quiero presionarte. —muerdo mi labio y asiento. Espero no estar equivocándome, nuevamente. —Está bien —sonreí. —¿Pedimos la carta? —asiento con la cabeza, mientras siento que mi corazón está por salir de mi pecho. No me traiciones de nuevo, corazón mío.
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