Becky
Ella es una mujer hermosa y elegante. Cuando la vi a en los brazos de él me pareció ver la pareja perfecta. Ambos son hermosos ¿Por qué creo que Randy es hermoso? Sacudo mi cabeza, esto es tan irónico. No puede parecerme guapo el hombre con el que voy a ser negocio, es muy arriesgado. Llego a mi hotel saludando al portero y me dirijo a mi habitación, cuando me encuentro dentro de este tiro de una patada mis zapatos y saco mi blusa de mi falda, esto de vestir tan formal y con faldas entubadas es un fastidio, prefería los pantalones y playeras o mejor los shorts, esa era mi forma de vestir. Pero como me encontraba en un viaje de negocios vestía con vestidos y faldas, puaj. No es que no me guste, las faldas me encantan, pero las ligeras y sueltas, no las rectas y pegadas. Andar tan arreglada y glamurosa no es mi estilo, el de la rubia parecía ir con ella sin intentarlo. Mi cabeza regresa a la escena con Randy y la rubia lloriqueando, era su novia la que le llamaba en el restaurante, él parecía no estar tan feliz de recibirla en su oficina.
Mi celular suena y lo alcanzo sabiendo quien es la persona que llama, en mis contactos solo tengo el número de cuatro personas; dos son mis amigos: Emma y Fredy, los otros de mi cuñado y mi hermana. Al parecer llamaba la última persona.
—Hola —respondo.
—Hola ¿Cómo te ha ido con la reunión? ¿Ha aceptado?
—Si —bufo.
—¿Enserio? —está emocionada, ella era la que vendría al viaje para arreglar este negocio porque las Empresas Rayson’s no aceptaban nuestros términos, pero ella se encontraba embarazada a unas semanas de parto y no podría arriesgarla con ello. —Eso es genial ¿Cómo te ha tratado?
—Bien, es muy amable. Arreglamos el mal entendido de nuestro primer encuentro —Angie era muy sobreprotectora desde que desperté en el hospital, aunque no recuerdo nada de mi vida pasada he aprendido a quererle como hermana y aceptar todo su afecto y amor.
—Mmm —es lo único que escucho de su parte.
Eso es raro. Algo anda mal con ella, últimamente ha estado llamándome dos veces al día y eso me pone de loca no quiero una niñera detrás de mí, tengo la edad suficiente para ver por mí misma.
—¿Segura? —pregunta
—Si ¿Pasa algo? ¿Quieres decirme algo que no sepa?
—No, nada. Voy a salir, quería llamarte antes de ir al doctor, te dejo y felicidades por el contrato que obtuviste, eres muy buena en lo que haces. Adiós, te quiero.
—Yo igual, adiós.
Cuelgo.
No recordar nada de tu vida apesta. Ver que todos observan lo que haces, cada movimiento para ver si te equivocas, eso era lo que viví desde que regresé a la vida: ser observada. Era como escoger entre mantequilla de maní crujiente o normal. ¿Qué haría la antigua yo? ¿Escogería la normal o la crujiente? La nueva yo, escoge la crujiente y la antigua tal vez la normal. ese tipo de cosas era las que me preguntaba diariamente, justificaba mis acciones. Quería hablar con mi terapeuta de esto, quería ver a Mark para que me tranquilizara. Me encontré cansada para seguir pensando en ello, me quité la ropa y me puse algo más cómodo, aunque era temprano quería dormir, amaba dormir. Me dejé caer en la cama y cerré los ojos.
Había personas por todos lados vestidas de n***o, ellas miraban una caja pequeña siendo enterrada bajo tierra, las lágrimas se filtraban por mis parpados dejándolas caer como si no fueran a desaparecer nunca. Me sentí vacía con un dolor inmenso en mi pecho asentado ahí. Me dio miedo acercarme a la caja, no quería ver a quien le lloraba, porque si lo hacía, estaba segura que no lo soportaría. Estaba atrapada en el cuerpo de la persona que lloraba, mi curiosidad pudo más e insté a mi prisionera a que caminara junto a la tumba donde se encontraba la caja, fue cuando vi el rostro del niño. Era calvo y se veía muy deteriorado su cuerpo, como si su alma hubiera sido expulsada de él.
El cuerpo donde me encontraba se comenzó a sacudir en temblores, llorando, sentí miedo, angustia por nosotras. No podía controlar el cuerpo donde me encontraba y eso me irritaba. ¿Qué hacía aquí? ¿Quiénes eran estas personas? una mano se acentúo en mi hombro atrayéndome a su cuerpo cálido y fuerte. Lloré en su camisa.
—Se ha ido —lloré. —Nos ha dejado.
La mano del extraño acarició mi espalda arriba abajo tratando de tranquilizarme.
—Me tienes a mí, y nunca te voy a dejar. —Susurró una voz ronca y triste.
Alcé la vista hacia el extraño y fue cuando lo vi.
Era Randy.
Me desperté con mi playera mojada de sudor. ¿Qué rayos había sido eso? ¿Por qué había soñado con Randy? fui al baño y me eché agua en el rostro, miré mi reflejo. Cabello n***o ondulado, piel pálida con ojos azules, mis labios eran definidos y delgados. La chica en la que me encontraba atrapada en el sueño era diferente a mí, pero sentíamos lo mismo. Me encontré prisionera en el cuerpo de ella y sentí lo que vio cuando miró el rostro del niño que estaba siendo enterrado, fue doloroso. ¿Quién era el niño que enterraban? Era la primera vez que soñaba algo como esto, antes no tenía sueños y el primero que tenía era tan espeluznante que me daba miedo dormir nuevamente. Recordé entonces una pesadilla que tuve en los primeros meses después de despertar. Esa pesadilla me dejó pensando por semanas. Y aparecía el mismo hombre que en este sueño: Randy.
Me quité las prendas y me metí a la regadera por una ducha, me encontraba sudada y quería lavar ese sueño que consiguió alterarme, cuando volviera con mi hermana iría a hablar con Mark, él podría responder algunas dudas por mí.
Me levanté con la luz que entraba por los ventanales que daban a la ciudad, se me había olvidado bajar las cortinas. Me lavé los dientes y me bañé para ir a desayunar a fuera, no quería permanecer en el hotel. Como ya había cerrado contrato con las Empresas Rayson’s mi trabajo estaba hecho y tenía que volver con mi hermana para seguir ayudándole con las Tiendas Singer. Solo estaría hasta esta noche y mañana iría a la empresa de Randy para despedirme de él y firmar unos papeles, y volver a mi hogar.
La brisa del exterior me dio la bienvenida con unos shorts y camiseta, llevaba un moño desordenado en mi cabeza y con unas sandalias para ir de turismo un poco. Me puse las gafas y dejé que mis piernas me llevaran a cualquier lugar. Entré en un restaurante muy bonito y elegante que estaba concurrido por hombres de trajes y mujeres con vestidos, me sentí fuera de lugar. Tomé asiento en una mesa que se encontraba en el medio y pedí mi desayuno.
Leía mi correo en mi celular cuando una sombra se paró enfrente de mí, no pudiendo ignorarla levanté la vista encontrándome con un hombre atractivo de tez morena con unos ojos azules como zafiros que me miraban con cautela y una sonrisa en sus labios tan carnosos. Llevaba un traje de diplomático a la medida. Su sonrisa se agrandó cuando se percató que lo observaba detenidamente en cada detalle de su cuerpo.
—Disculpa ¿Puedo sentarme contigo? —fruncí el ceño.
—¿Qué? —estaba escéptica de que él me pidiera sentarse en mi mesa. —¿Por qué? —inquirí demandante. No iba a sentarme con un extraño guapo. Bien, estaba en problemas.
Su sonrisa era amable. —El lugar está muy concurrido y no hay mesas disponibles y me preguntaba si no te molestaba compartir la mesa para que desayunáramos juntos, claro si no te molesta. —Esperó. Cuando no dije nada dijo: —Es el lugar donde siempre desayuno y no me gustaría hacerlo en otro más.
—Está bien, toma asiento. —Respondí a regañadientes. Miré a los lados y vislumbré dos mesas desocupadas, fruncí el ceño y después lo miré a él. Sabía que me había dado cuenta de su táctica. Mi interior puso los ojos en blanco, los hombres no cambiaban con el tiempo.
—Entonces ¿Qué pedirás? —preguntó con una sonrisa.
—Ya pedí, no tardan en traerme mi desayuno. —Le di una mirada seria. Solo íbamos a compartir la mesa, nada más.
—¿Y vienes a menudo aquí? No te había visto.
—No. Es la primera vez que vengo, estoy en un viaje de negocios.
—¿Por cuánto tiempo piensas quedarte?
—Me voy mañana.
Cuando llega la mesera con mi desayuno, él pide el suyo.
—Por favor, come —me pide. Con un sonrojo en mis mejillas hago lo que me pide, iba a esperar a que le trajeran su desayuno para que juntos comiéramos, pero vio que moría de hambre y me dejó adelantarme.
—Gracias, muy generoso de tu parte —doy el primer bocado a mi omelette y siento la gloria dentro de mi estómago. Dejo escapar un jadeo y con las mejillas rojas lo miro para ver su reacción, está sonriendo y eso lo hace más atractivo, sus ojos brillan de diversión.
—Disculpa.
—No te preocupes. La comida de aquí es alucinante, te comprendo —me guiña y el rubor se vuelve más caliente extendiéndose por toda mi cara.
—Es el mejor omelette que he probado —alago.
Cuando llega su desayuno deja que pruebe primero, pero me niego a hacerlo.
—Por favor, sé que quieres hacerlo. —Sus ojos están llameando de diversión —Me harías muy feliz —hace un puchero provocando que sonría como tonta. Me inclino hacia delante y él pone el tenedor en mi boca, es tan íntimo. Mi paladar se excita con el sabor y textura que tienen los ravioles con tuco.
—¡Oh por Dios! —Esto es sensacional. Me tenía cautivada ésta comida que me quedaría a vivir allí.
—¿Te gusta? —él reía por mi comportamiento.
—Es muy bueno, más que bueno. —Todavía siento el sabor y pienso que estoy soñando.
—Permíteme —se inclina hacia delante y con su servilleta muy suave y delicadamente limpia las comisuras de mis labios. Genial, debía parecer una asquerosa chica que no sabía comer en lugares como este. Un calor se extendió por mis mejillas hasta mi garganta. —Eres hermosa cuando te sonrojas. —Levanto la vista de la mesa para mirarle, está observándome fijamente que mi rubor se intensifica. Siento un hormigueo en mi piel que hace que me remueva en mi asiento. —Disculpa, he sido muy atrevido. —Su mirada se dulcifica.
—Gracias —logro articular.
Comemos tranquilos, riendo con cosas insignificantes para pasar el desayuno. Sé que no lo volveré a ver, pero es bueno desayunar con personas agradables.
—Si alguna vez vuelvo. Tú serás el primero a quién llamaré para tener un desayuno —bromeo.
—Eso sería fantástico. —Sonríe —¿Qué te parecería ir a bailar ésta noche? —su rostro está serio, pero con un brillo en sus ojos. Mi yo interior dice que tome la invitación, no había salido a divertirme hace meses y no recordaba cómo hacerlo.
—¿No eres un asesino serial? —pregunto entrecerrando los ojos.
Ríe. —Ésta noche no.
—Está bien.
—¿Te parecería bien que te pasara a buscar?
—Si.
—¿En qué hotel te hospedas?
—El que está a unas cuadras de aquí. —Asiente.
—Paso por ti a las nueve ¿Te parece bien?
—Perfecto —sonrío.
Intercambiamos números no sin antes decirle que no me acose.
—Eres una chica muy divertida…
—Becky. —Termino.
—E inteligente. Soy Gabriel —me tiende su mano cuando estamos en la salida del restaurante.
—Mucho gusto, Gabriel —le sonrío —Hasta pronto.
—¿No quieres que te lleve? —alza una ceja y me molesta que lo haga. Ese repentino sentimiento de que odio que levanten una sola ceja. Niego con la cabeza.
—No, gracias. —Me doy la vuelta y camino. Siento sus ojos en mi espalda, pero me obligo a seguir caminando.
¿Qué has hecho? Acabo de aceptar una invitación de un desconocido para ir a bailar. Me aseguró no ser un asesino serial, pero eso no me decía nada. Exhalé y me concentré en mi camino de regreso al hotel.
Tenía que vivir la vida y no seguir las reglas por un momento. No quería convertirme en mi hermana, pero creo que estaba haciéndolo. Angie era algo así como sobreprotectora y mandona, era estricta en su trabajo y muy sensata. No tomaba riesgos en la vida y no era con la cual quisieras pasar una fiesta, en términos amables podría decirse que era aburrida. Y yo no quería eso para mí. Anhelaba ser una persona diferente.