Capítulo 42 Arrastré a Pippa fuera de allí como un perro con correa, desesperada por escapar antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando. —¡Pero quizá pueda comprar un caballo hoy! —Pippa protestó— ¡Algunos de los caballos sólo se vendieron por ochenta dólares! —Vamos a ver los caballos en los corrales —dije—. Los precios siguen bajando entre más gente compra caballos y se va. Pasamos fila tras fila de caballos espantosos que se horneaban al sol hasta que la voz del subastador se hizo indistinta como el zumbido constante de un mosquito. Alrededor de los corrales metálicos circulaban hombres se aspecto rudo. Dudaba que estuvieran aquí para comprar un poni de ensueño. Por fin nos topamos con la niña que ganó la subasta de la yegua palomino, cargando su nuevo caballo en el remol