Salimos de la habitación de Violeta, mientras no puedo dejar de escuchar sus sollozo, mezclados con los míos, pues no puedo dejar de llorar y sentirme terriblemente mal.
—Camila, ¿por qué hiciste eso? —me pregunta Juan, completamente serio, por lo que lo miro y siento un horrible nudo en la garganta, que me hace querer llorar con todas mis fuerzas. «Malditas hormonas».
—Me siento abrumada —confieso en voz baja —. No han sido unas semanas fáciles —respondo y él niega con frustración —. Sé que no fue el mejor momento para hablar, pero la ansiedad me llevó al límite —. Me siento horrible al pensar en Lety y que lo único que ocasioné, fue que ella se sienta mucho peor de lo que estaba por culpa de Peter.
Juan no sabe ni cómo actuar, por lo que lleva su mano hacia su cuello y lo masajea
