A veces las cosas que esperas nunca llegan, son las cosas inesperadas las que cambian tu vida.
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—No voy a entrar ahí.
Alexander me tomó del brazo y me hizo entrar a su casa, por un momento creí que sería como entrar a una casa de espantos, con telarañas, toda tétrica, con ataúdes en todos lados y esas cosas.
Pero…, de echo era una casa muy bonita, demasiado elegante y limpia.
Me sentí ridícula por un momento, —¿Qué hacemos aquí? — pregunté mientras veía todo a mi alrededor.
—Ya te dije, voy a enseñarte algo — respondió Alexander mientras me miraba de un modo extraño, casi podía jurar que esto le divertía, le divertía volverme loca.
—¿Puedes controlarte, verdad? —pregunté con cierta intriga, no quería ser succionada.
—A veces — respondió él sin dudarlo.
—¿A veces?.
Él
