—¿No vas a abrir?—preguntó Hiro con tranquilidad, Nery se enderezó y se mordió el labio. “Carajo’. No tenía opción, sentía que le faltaba el aire, ¿Cómo la había encontrado?, ¿Por qué había venido?, ¿Ahora que iba a hacer?, ¿Y por que se veía mas guapo que antes?. Caminó hasta la entrada y abrió la puerta, una mujer sonrió de oreja a oreja al verla. —Hola, aquí esta Kumiko, hoy se portó muy bien— dijo aquella mujer con una sonrisa muy agradable en su rostro. Nery bajó la vista hasta la encantadora niña que jugaba con una mariposa de papel y tragó en seco. Kumiko era su hija, una dulce niña de casi cuatro años —Mira mamá, hice esto para ti. —Que lindo cariño— dijo Nery y sonrió con nerviosismo. —Muchas gracias por traerla. —De nada, nos vemos el lunes Kumiko— dijo la cuidadora del