- ¿ Sabes que odio más que tu terquedad?, verte así. -suspirando profundo dándole un beso en la coronilla. - me hace sentir tan inútil. -mientras peinaba su cabello con mis manos. - hubiese preferido llegar a casa y que me regañaras.-confesé. - Estas pendejo. -susurro suave entre jipidos contra mi pecho. - Así me traes bien pendejo,te amo. -susurre. - Y yo a ti. -murmuro, muy bajo pero lo suficiente como para escucharlo. - Ahora, bien necesito que mi chica me de una ducha. -para pararme y llevarla a baño conmigo. - No quiero. -musito, negándose de inmediato. - No te voy a mojar. -mientras retiraba mi ropa, y entrar a la tina. -¿aun me tienes vergüenza? -a darse cuenta que permanecía de espalda. – ya puedes mirar, ayúdame