—¡Aquí, justo aquí! —exclamó la voz de una chica. Forcejeé todo lo que pude hasta que logré soltarme y, en un rápido movimiento, ahora era yo la que rodeó a mi agresor y lo tomé del cuello. Aún estaba oscuro. —¿¡Quienes son ustedes?! —cuestioné— ¿y que quieren de nosotras? En ese momento las luces se encendieron. Miré a las chicas, quienes estaban cerca de mi. Habían más personas con capuchas negras así que no pude distinguirlas. Apreté más fuerte el agarre del chico al que tenía ya que este se quería zafar. —¿Te importaría soltar a nuestro amigo? Creo que se está poniendo azul. —dijo la voz de la misma chica. Estaba frente a mi, pero no podía verle la cara por la capucha. El lugar era como un almacén grande, olía a sarro y a barro. A lo lejos se escuchaban gotas de agua que caían al pi