Me miro al espejo y quiero gruñir de frustración al ver mi horrible aspecto. Se suponía que hoy comienza mi perfecto plan de jugar al gato y al ratón con el maldito que quiere más de mí de lo que aparenta y resulta que parezco zombi después del fin de semana agotador que tuve. Darle vueltas a todo siempre ha sido mi defecto y ahora, que está en vilo más que mi curiosidad, era obvio que reaccionaría así. No dormir, no debería convertirse en algo normal, pero ya me veo sufriendo las consecuencias. Aunque es posible que con este juego, si comienza a inclinarse la balanza a mi favor, pueda recuperar mi energía y, al menos, dormir con tranquilidad. Me maquillo un poco para ocultar mis ojeras y cuando me siento a gusto, busco en mi armario un vestido blanco que hace tiempo no uso, pero que debe