Me quedo viéndolo hasta que las puertas del ascensor se cierran. Y no dejo de pensar en que su actitud es más que extraña. Puede que él haya escuchado mis palabras, incluso, algo de lo dicho por “Demian” a través del teléfono, pero no creo que pueda asegurar el contexto de la conversación. Yo podía estar hablando de cualquier cosa, pero él asumió lo que le dio la gana. Entrecierro los ojos, desconfiada. No entiendo su proceder, la verdad, porque no tiene razones para ponerse todo arrogante y ofendido. Decido hacer lo que me pidió, para que a su regreso no tenga motivos para meterse conmigo otra vez, pero lo hago refunfuñando. ¿Quién se cree que es para juzgarme así? Una lástima que después de una conexión tan agradable venga con esas gilipolleces. Entro a su oficina y encima de su es