Volvemos a casa una semana después. Si bien me hace sentir un poco triste, también debo decir que estoy algo aliviada. Extrañé a mis amigas y a mis padres, y ellos ni siquiera podían creer cuando volví y me vieron más morocha que nunca. Les conté todas las aventuras que hicimos, incluso cuando me paré en el mar mientras Esteban conducía la moto de agua. Obvié las partes obvias de las horas en las que quedábamos encerrados y hacíamos el amor por los rincones, aunque eran mis momentos favoritos. Les hablé de lo hermoso que era el lugar y los maravillosos días que nos tocaron, pero tenía muchísimas ganas de volver, más que nada porque sentía que Esteban se estaba cansando de mí. Los últimos dos días estuvo algo distante, se concentraba mucho en su celular y apenas lograba seducirlo por l