CAPÍTULO #16 LA ELEGIDA.
¿Dónde encontré el valor? No lo sé, sólo que no puede enojarse porque intento sobrevivir en su jaula.
—Sólo trato de entretenerme, sobrevivir en ésta maldita prisión —espeto molesta.
—No estás en una prisión —declara. —. Tú te has puesto en esto, si tan sólo hubieras entendido que tu lugar es aquí y que no puedes huir sería diferente.
—Da igual, ya sé mi lugar, no te preocupes por repetírmelo —lo miro con molestia. —. Bienvenido quiero esposo —agrego y me doy la vuelta para continuar.
No dice nada, sólo escucho sus pasos alejarse, las chicas regresan hacia mí y tocan mis hombros en apoyo.
—Eso fue muy valiente de tu parte.
DÍAS DESPUÉS.
Ahora sí podía asegurar que había conocido su lado sádico, apenas tenía semanas viviendo bajo el mismo techo que él, ¿Qué será pasar toda la vida junto a alguien así?
—Podrías tomar pastillas, digo al menos deberías disfrutarlo —comenta Yuri.
—¿Cómo crees? —espeta Kenia. —. ¿Qué tipo de consejo le estás dando?
—Kenia, por algo debo empezar, si no es bajo amenazas es a la fuerza —explico.
—Pero y cuando pase el efecto —refuta.
—Ya no importa nada, mejor me voy a alistar antes de que venga —me retiro de la mesa y subo a mi recámara a alistarme.
Me pongo el vestido que él mismo había enviado con sus hombres, ahora también controlara mi vestimenta, salió conmigo una vez, supuestamente en recompensa porque me he estado portando bien, pero yo ya no siento nada, poco a poco va muriendo Carina Ivanov.
Me miro en el espejo con asco, soy hermosa pero una inútil que no sirve ni para sí misma. Suspiro, tomo mi bolso de mano y bajo las escaleras, él me espera en la sala, me sonríe satisfecho al verme.
—Estás hermosa —halaga tomando mi mano.
—Gracias —susurro, ni sé por qué le doy las gracias.
Salimos de la casa con su mano en mi espalda baja, ya mi cuerpo se acostumbró a su tacto, ya no me causa nada, no me quedan sentimientos ni hormonas, sólo estoy respirando y ya.
Odio esos eventos, pero es la única manera que abandono la prisión llamada mansión donde vivo con el loco de mi esposo.
—No te alejes, cariño —susurra en mi oído antes de alejarse.
Un señor se me acerca y entabla una conversación conmigo, yo de estúpida trato de contarle de mis problemas, supongo que aquí hay gente peligrosa, no gente inocente así que no sería mala idea pedir ayuda.
Siento un fuerte agarre a mi muñeca y volteo de golpe.
—Deja de pedir ayuda como loca ¿me entendiste? —gruñe contra mi oído alejándose conmigo.
—Necesito ir al baño —jadeo por mi brazo.
—Bien, sé que no intentarás nada estúpido, acá no hay gente que tenga sentimientos.
Asiento levemente y sobando mi brazo camino hacia el baño, me meto en uno de los cúbicos y empiezo a escuchar sollozos, hago mis necesidades rápidamente y salgo a lavarme la cara, pero los sollozos no se detienen.
Empiezo a buscar de donde provienen, abro la puerta y me encuentro con una chica tratando de subirse el zíper de su vestido, su espalda está llena de marcas de azote, oh por Dios. Me quedo perpleja mirándola sin poder creer lo que mis ojos están viendo, llevo una mano a mi boca para no hacer ningún ruido.
—¿Tú quién eres? —pregunta volteándose. —. Vete.
—Oye no, no quiero hacerte nada —farfullo en shock. —. ¿Qué te pasó?
—Vete antes de que vengan por mí, sólo debo cubrirme bien —dice llorando.
—Quiero ayudarte —insisto. —. No te dejaré en ésta condición.
—¿Cómo? No sabes nada de esto, de seguro ni sabes el tipo de personas que están allá fuera.
Al menos Leonardo no me hace eso, sólo me tortura sexualmente—pienso.
—Quédate aquí —le pido en suplica. —. Ya regreso, ¿vale? Te voy a ayudar —le aseguro.
Salgo del baño y apurada empiezo a buscar a Leonardo entre la multitud.
—Leonardo —tiro de su brazo hacia mí y éste termina con su rostro muy cerca del mío.
—Dannazione —maldice en su idioma. —. ¿Qué te pasa? No ves que estaba hablando.
—Ven conmigo, por favor —le suplico. —. Por favor.
Suspira molesto. —No me hagas perder el tiempo mujer —gruñe molesto.
Lo arrastro hasta el baño y le muestro a la chica.
—¿Qué me dices con esto? —espeta.
—Necesita ayuda —murmuro.
Ríe sarcástico.
—¿A ti qué te pasa, Carina? ¿Me ves cara de defensora de las mujeres o qué mierdas? Deja de meterte en problemas —me empuja para soltarse de mi agarre.
Decide irse pero lo detengo.
—Por favor —sostengo su mano con fuerza, miro mis manos sosteniendo la suya y me siento extraña al hacer esto.
No puedo creer que alguien sea capaz de maltratar a una jovencita de esa manera, Leonardo no me ha hecho más que abofetearme cuando está furioso, y gracias a que cree que ya soy sumisa no peleamos.
—¿Podrías por primera vez hacer algo por mí?
Voltea para verme y suelto su mano.
—¿Qué gano yo? ¿Qué si la ayudo? —pregunta serio.
—Ya sabes que no me voy a escapar —me encojo de hombros. —. Puedes pedirme lo que sea —aseguro.
—¿Sabes? Me sorprende que aún tengas pena en tu corazón —dice mirándome con ironía. Me mira como si no creyera que yo fuera así, ¿Por qué él tiene esa mentalidad sobre las personas?
—Las crueldades no nos hacen odiar a la gente, nos hacen más fuertes —ríe con más intensidad.
—Será porque no naciste ni te criaste en la crueldad, ¿a ti quién te ayuda a escapar de mí?
—¿Vas a hacerlo o no? —exclamo molesta.
—Perdón reina —exclama.
—Lo siento —me disculpo rápidamente.
Regresa hacia la chica y le hace varias preguntas, luego llama a sus hombres, o es lo que supongo.
—Ve al evento y espérame —me ordena y asiento antes de salir del baño.
Nerviosa entre la gente trato de estar causal, me tomo varios tragos para relajarme, mi papá no nos dejaba tomar, sólo en año nuevo y fiestas en casa.
—Ah —jadeo sobresaltando al sentir a alguien detrás de mí.
—Hola —saluda.
—Hola —repito poniendo distancia entre nosotros. —. Yo si fuera tú me alejaría —le advierto rápidamente.
—¿Necesitas ayuda? —pregunta acercándose.
—Mire, tengo suficientes problemas, no quiero que lo maten por mi culpa —aclaro y me doy la vuelta pero me toma de la muñeca. —. Ya le dije que me deje en paz —exclamo un poco alto pero me quedo tiesa al ver que es Leonardo. —. Yo...
—Vámonos —me ordena y me arrastra detrás de él.
—¿Dónde está ella? —pregunto mientras salimos del lugar.
—La envié lejos, no quiero meterme en problemas por tu culpa, ni sé por que lo hice —farfulla molesto sin dejar de llevarme arrastras detrás de él.
Nos detenemos frente a la limusina y busco sus ojos.
—Gracias, espero que ella esté bien —le digo.
Él me mira extraño, sé que lo hago sentir raro cuando lo trato así como si nada, a él no le gusta ver como las personas actúan con armonía, él espera recibir odio de mi parte, pero ya no tengo intensiones de eso, sé que tal vez después de ésta vida de infierno no sea la misma de antes, seguiré siendo una humana, no un robot sin sentimientos.
—Entra ya —ordena.
Subo a la limusina y luego él lo hace, me mantengo con la mirada en la ventanilla cuando de repente se escuchan disparos detrás de nosotros.
—¡Aléjate de la ventana! ¡Agáchate! —me grita.
Tapo mis oídos y me agacho como él me lo pide, ¿será mi culpa? Ay Dios, estoy frita, voy a enfurecer a ese hombre.
En un rato dejo de escuchar disparos, la velocidad que toma el chófer me roba el alma, levanto la cabeza y echo mi pelo hacia atrás. Miro hacia Leonardo y veo que me está mirando.
—¿Estás bien? —me pregunta.
—S sí —tartamudeo quitando flequillos de mi rostro. —. Yo... lo siento.
Rueda los ojos alzando su mano y yo me alejo de golpe, pero sólo agita su brazo molesto.
Cuando llegamos a casa soy la primera en bajar, él debe estar molesto por lo que pasó así que será mejor que yo cumpla mi palabra, subo corriendo las escaleras y empiezo a buscar aquellas pastillas que me recomendó Yuri, tomo una y voy a la cocina para tomarla con agua.
Dejo el vaso con algo de fuerza sobre la encimera, todo por seguir sobreviviendo.
Siento sus brazos alrededor de mi cintura y sobresalto. —No sé que pretendes pero deja de jugar conmigo —advierte.
—No pretendo nada, sólo asimilé que mi lugar es a tu lado —digo entre cortada, aunque me acostumbré a su presencia, sus repentinas apariciones me siguen asustando.
Sus labios rozan mis hombros hasta llegar a mi cuello, su mano se cuela debajo de mi vestido y se mete entre mis bragas. Jadeo de la impresión sin poder evitarlo.
—Es todo un placer que estés entendiendo que eres mía, te dije que sólo era cuestión de tiempo —susurra contra mi oído frotando su dedo sobre mi clítoris.
Me sostengo con fuerza de la encimera, ¿Qué le pasa? ¿Por qué ese comportamiento obsesivo de repente? ¿No que sólo era una cosa para él? Me estremezco temblando al sentir como mi cuerpo empieza a producir espasmos, muerdo mi labio inferior para no gritar, arranco su mano de mi intimidad al sentir que me corro.
Me voltea entre sus brazos y sube mi vestido.
—No, aquí no —niego.
—¿Qué? —espeta. —. Acá todos saben que eres mi esposa ¿o acaso te estás liando con uno de mis hombres?
Oh por Dios.
—¿Acaso tomaste o qué? Sólo me da cosa... —trato de explicar para que no se vaya a poner como loco.
No dice nada, me toma con un brazo pegándome a él y subimos a la recámara, me lanza hacia la cama y mi vestido sube dejando mis muslos afuera, de repente siento como mi cuerpo empieza a arder, como si el ambiente se volviera caliente de un momento a otro.
Debe ser la pastilla.
Lo observo desvestirse frente a mí y no hago intento de prepararme mentalmente, sólo estoy ahí sintiendo como mi cuerpo me pide que me desvista del calor que siento.
Se sube encima de mí y me besa, no espero a que me lo pida y le devuelvo el beso, me quita el vestido bajándolo hasta mis pies y seguido mis bragas, separa mis piernas y se acomoda entre ellas antes de irrumpir dentro de mí.
Me sostiene de las caderas y empieza a embestirme con fuerza, mientras sus labios devoran mis senos.
—Sigues tan estrecha —gime sobre mi piel. —. Me gusta...
Hundo mi cabeza en la almohada tratando de no gemir pero me es imposible, sus embestidas son tan continuas y salvajes que en tan poco tiempo siento que me corro.
Aprieto los dientes con fuerza.
—Leonardo —pido entre gemidos. —. Para que...
—Sólo un poco más —gime hundiéndose dentro de mí hasta el fondo.
Grito al no soportarlo, tiemblo debajo de él y éste se detiene llenándome de su cosa, como detesto que no le importe venirse dentro de mí.
[...]
Me muevo de lado y lo veo dormido a mi lado, no me siento tan mal como las veces que estoy consciente, tal vez esas pastillas me ayuden a sobrevivir.
Bajo de la cama sigilosamente, él se remueve y me asusto, siento una ligera incomodidad al caminar pero logro llegar a la cocina. Con cuidado saco un cuchillo de los trastes y subo a la recámara.
Avanzo hacia él con el cuchillo sostenido de ambas manos, me subo a horcajadas sobre él y alzo el cuchillo dispuesta a apuñalarlo, pero me detengo justo cuando la punta casi llega su pecho.
“Si lo matas eres libre”
Lo intento nuevamente pero no lo logro y me odio por eso, él me ha hecho tanto daño y no me atrevo a siquiera apuñalarlo. Vuelvo a alzar el cuchillo pero no lo hago, simplemente no lo logro, no puedo, gruñendo bajo de la cama, juego con el cuchillo en mis manos y termino arrojándolo a un lado y me tiro al piso a llorar.
“Soy tan débil”
Lo observo dormir sobre la cama y muchas dudas vienen a mi cabeza. ¿Cuál es su historia? ¿Por qué es así? Es como si ser bueno le diera rabia, porque en ocasiones dice cosas y luego las agravia. ¿Quién es él?