Capítulo #11

1831 Palabras
Jadeo fuertemente al él soltarme, acaricio mi cuello recuperando mi respiración. Tira de mi brazo en un jalón levantándome del suelo, me arrastra hasta afuera y me mete a la camioneta sin cuidado alguno. Arranca la camioneta a mucha velocidad, conduce como si quisiera matarnos, no cabe duda de que éste tipo ésta loco. Frena de golpe provocándome que me sacuda dentro de la camioneta, seguido baja y me saca a la fuerza, me lleva arrastrada y sube conmigo hasta meterme dentro de la habitación. Me toma de los hombros y me asusto. —¿Qué haces? —pregunto apartándome. —Déjame revisarte estúpida —desnuda mis hombros bajando a la fuerza mi blusa, acera su rostro a mi cuello y me huele. Lo empujo alejándolo de mí. —No me trates como una cualquiera, soy tu esposa nada más, así que no te creas mucho —lo señalo con mi dedo índice. Ríe negando con la cabeza. — Y sigues haciéndote la ruda, se nota que te gusta que te maltrate, pero pronto aprenderás a compórtate como quiero. Acomodo mi blusa y me siento sobre la cama. —Tú sabrás si quieres estar aquí o en el sótano —seguido de decir eso, abandona la habitación. “Mató a tres personas” pienso. Sin piedad alguna mató a tres personas, de sólo pensarlo empiezo a llorar nuevamente, Dios mío, aquella pobre enfermera sólo quería ayudarme, Dios. Sostengo mi pecho con fuerza del terrible dolor que siento, me paro de la cama y me meto al baño, llorando a mares me doy una ducha. El agua fría recorre mi cuerpo, acá en la mansión me siento fresca, de seguro como esa cabaña estaba literalmente en un bosque y era de noche era la causa del frío tremendo. Cierro los ojos dejando el agua recorrer mi cuerpo, pero esos recuerdos me torturan llegando a mi mente, ha sido mi culpa. Salgo del baño con una toalla color blanca alrededor de mi cuerpo, busco ropa en el armario para cambiarme. Ignoro los vestidos y busco unos jeans y una blusa para estar cómoda, me visto rápidamente y seco mi cabello con la toalla. Me dirijo hacia la puerta e intento abrirla, ésta cede sorprendiéndome, claro, después de lo que pasó está seguro de que no intentaré nada. Salgo de la habitación sigilosamente, no me fío de nada, bajo con temor y me dirijo a la cocina, las chicas de servicio jadean de la impresión al verme. —Dios, estás bien —exclama la morena. —. Que bueno. —¿Desea algo de comer, señorita? —me pregunta la otra chica. —Me gustaría —asiento con la cabeza y paso y a sentarme en la mesa de la cocina. Agacho la cabeza y junto mis manos nerviosa, estoy ida, traumada y sabrá alá que más. —Puedes hablar con nosotras —dice la morena sentándose a mi lado, toca mi hombro suavemente. —. No sé que pasó allí pero puedes desahogarte. Levanto la cabeza y la miro a los ojos. —La mató —suelto con molestia en la voz. —. Y mató a dos personas más, sólo piensa como me siento. —¿Por qué no intentas aceptarlo? —Nunca, es un monstruo. —Pero puede dejar de serlo, no quieres que lastime a más gente, trata de... —No lo haré, prefiero la muerte, ¿me entiendes? —Ya, ya, calma y come algo, no sé cuánto tiempo has pasado sin comer —dice tocando con suavidad mi espalda. En serio tengo mucha hambre, me negaba a comer pero ahora ya no puedo, muero de hambre. La otra chica me sirve un plato de Borscht, es una sopa deliciosa con vegetales, en otro plato hay galletas de queso. —Espero que te guste —me dice. —Gracias —le digo y empiezo a comer. Como en silencio, las chicas se retiran y quedo sola en la cocina, sé que sólo es cuestión de tiempo para que él pare en casa y eso es peligroso. Subo a la recámara y tomo el celular de donde lo guardé, tengo un montón de mensajes de Lenin, tan rápido se fue con otra, ¿todavía quiero su ayuda? No lo sé, a pesar de todo no quiero arriesgar su vida. “Ya no te preocupes por mí” Le escribo y me acuesto en la cama dispuesta a dormirme, no tengo nada más que hacer, acá encerrada ¿qué puedo hacer? Y dudo muchísimo que él me deje ir a la universidad, ni siquiera confía en mí. Lenin: Dime dónde estás que iré por ti, en serio Cari. “No podrás encontrarme” Lenin: ¿Por eso me terminaste? ¿Acaso estás bien con él? “Te dije que ya no me busques, es imposible lo que quiero” Lenin: Con tan sólo una llamada puedo encontrarte, sabes que soy bueno en eso. Me has escrito un montón de mensajes desesperada, ¿acaso quieres estar con él? ¿En tan poco tiempo te enamoró? ¿Enamorarme? ¿Cómo me enamoraré de alguien que me golpea? Alguien que desea a toda costa verme sufrir para sentirse satisfecho, alguien que mató a dos personas frente a mí por ayudarme a escapara. ¿En qué cabeza cabe eso? No te ha tocado, pero tarde o temprano lo hará. Recordar esa frase me causa escalofríos, y es lo que me da el valor a querer insistir en escaparme. “Es muy arriesgado, tiene hombres por toda la casa” Lenin: Tú sólo actúa natural, te sacaré de allí, lo prometo. Me sacará de aquí, ¿será que ésta lo logre? Marco el número de mi hermana llamándola. —¿Te dio la gana de llamar? ¿Por qué crees que dejé ése celular ahí? —me reprocha molesta. —Lo siento. —¿Estás bien? ¿Te hizo daño el infeliz? —farfulla preocupada. —Estoy bien, pero no es que me trate bonito —explico mirando la puerta de vez en cuando. —Lo sé, mana, lo sé, pero yo voy a sacarte de ahí algún día, lo prometo —asegura. —¿Cómo está mamá? —la evado. —Pues marido y mujer ahora duermen en habitaciones separados —suspira. —. Pero tú no te preocupes por los problemas de la casa... Escucho un ruido en la puerta y cuelgo inmediatamente, meto el celular debajo de la almohada y miro hacia la puerta. Suspiro al ver que es Yuri. —¿Necesita algo? —pregunta. —No, gracias —niego con la cabeza sonriendo. Sé que me está dando visitas para asegurarse de que no invente nada estúpido, me espero cualquier cosa de ese tipo. Ella asiente y se marcha. Me siento como aquella historia, una princesa encerrada en un castillo, un castillo que a la vista de todos es hermosos y quisieran vivir ahí, pero por dentro, es el infierno real. No me atrevo a devolverle la llamada a mi hermana, sé que ella no lo hará para evitar meterme en problemas y por precaución. [...] No tengo la menor idea de si él viene o no, pero lo más seguro es que no, no ha venido a mi habitación, supongo que es porque me porto bien, de seguro no le han dado ninguna queja y pues no hay motivos para él venir. —Necesito un favor de ustedes chicas —les pido susurrando. —¿No me digas que quieres escapar? —susurra la morena asustada. —Lo voy a hacer —afirmo. —¿Estás loca? —exclaman un poco alto. —. ¿Quieres que te haga algo peor? —No pienso quedarme de brazos cruzados —explico. —. No dejaré que arruine mi vida, si tengo la oportunidad la aprovecharé, sin importar si muero en el intento —declaro con seguridad. —Yo que tú no haría nada —me dice Yuri. —¿Qué deseas? —me pregunta la morena. —Las dejaré fuera, lo prometo, afuera hay cámaras, necesito entrar a la oficina de Leonardo —le digo. Ella voltea a ver a Yuri sorprendida. —No, no, ¿perdiste el juicio? —exclama Yuri. —Necesito aunque sea por dos minutos desactivarlas, o no sé —les explico nerviosa. —Eso es imposible, no tenemos acceso a nada más que la cocina y las habitaciones. Suspiro. Tendré que irme por el plan b, alguien debe entretener a los guardias mientras yo veo como me escapo y me encuentro con Lenin. —¿Alguna tiene un pretendiente? —les pregunto y ambas fruncen el ceño. Más tarde empiezo a escuchar la discusión afuera, aprovecho para salir por la ventana de mi habitación, se supone que Lenin me espera detrás de los muros que rodean la mansión. Bajar de la ventana se me complica, por lo que me arriesgo y me lanzo, prefiero lastimarme a seguir en esa casa, corro hacia el muro inmediatamente que siento mis pies en le suelo. Paso en medio de las flores y pequeñas matas hasta llegar frente a una pared un poco alta. Busco en el suelo una piedra y la lanzo del otro lado. —¿¡Carina!? —Lenin —murmuro., —¡Lenin! Me lanza una cuerda y con ella me trepo hacia el otro lado, él me toma de la cintura ayudándome a bajar. Cuando mis pies tocan el piso nos abrazamos fuertemente, Dios, ¿un plan tan sencillo iba a funcionar? Espero que sí. —¿Estás bien? —toca mi cabello preocupado. —Sí —asiento. —Debemos ir —me toma de la mano y empezamos a correr. No sé a dónde vamos, pero supongo que él sabe a donde me lleva. Rayos, dejé el celular—pienso. Y de ahí recuerdo el vídeo que me mostró Leonardo. —¿Lenin? —lo llamo. —¿Sí? —¿Tú me estuviste engañando? —le pregunto, sin dejar de correr. —¿Qué? —suelta. —¿Qué si me fuiste infiel? —repito. —¿Qué importa eso ahora? —contesta. Su respuesta me deja en shock, ¿en serio? ¿Eso es lo que tiene que decir? —¿Eso es lo que tienes que decir? —pregunto deteniéndome. —¡No es momento para esto! —tira de mi brazo. Salimos de un bosque para meternos a una carretera pero una camioneta casi nos atropella. Miro hacia la camioneta que frenó a tiempo y mi cuerpo se estremece, el corazón se me sale del pecho y del miedo que siento casi tiemblo. OH DIOS. ES ÉL. No me inmuto, mi cuerpo no responde, él me mira fijamente sin decir nada, esa mirada diabólica que eriza mi piel. —Le... Lenin —tartamudeo. —. ¡Corre! —le pido. Sé que es en vano, pero quiero luchar, no quiero rendirme así. Tiro de su brazo y empezamos a correr.
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