Como se predijo, al día siguiente los recién casados que no estaban muy conformes con los sentimientos de cada quien, amanecieron en la misma cama por lo que el sofá pudo quedar libre durante toda la noche, y probablemente el resto del tiempo, ya que se veía poco probable que finalmente decidieran dejar el sexo de lado.
— Buenos días. — Le susurró al oído, Valeria. Se acurrucó un rato más entre sus brazos. Él besó sus cabellos. — Me gusta eso. — Murmuró mientras cerraba los ojos.
— No te duermas. — Le pidió, Adrián. — Quiero enseñarte algo hoy. — Valeria andaba perezosa, pero luego recordó que este era el momento perfecto para pedirle algo.
Se sentó sobre su colchón abrazando sus piernas, pensando en la mejor manera de decirle que debía irse. Esta era su única oportunidad, de
