Ya estaban conduciendo directo a casa de Thomas, la rubia lo había convencido de que todos estaban del mismo lado, que no había que temer y mucho menos echar culpas. Thomas aún seguía afligido, pero tenía el corazón más bondadoso del grupo de Rachel, no podía odiar a su amiga por algo que ya su razonamiento había procesado no era su culpa.
— Vuélveme a hablar de aquella niña. — Pidió, Valeria, ella iba conduciendo. Le gustaba hacerlo, pero cómo en el mundo mágico no había autos que conducir, solo se limita a esperar hasta pisar tierra de mortales. — La niña del parque.
— ¿Otra vez? — Preguntó, exasperado.
— Sí, otra vez. — Thomas le mostró su cara de impaciencia. — Es que no entiendo, ¿quién era esa niña? Tal vez te has confundido, o la has descrito erróneamente, ¿por qué un
