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1501 Palabras

Sobre la siete y media de la tarde, Stefan miraba por la ventana del despacho con las manos en la espalda. Tenía la mirada endurecida al pensar en los gritos que Kaia daba todas las noches. No poder entrar para abrazarla y consolarla cuando la escuchaba llorar, le ponía de los nervios. Estaba molesto consigo mismo, por no poder hacer nada. Cada vez que le tocaba a la puerta para avisarle de la comida o de la cena, ella le gritaba y le pedía que se marchase. Por lo que le había dicho Jennel, ella no quería verlo, pero tampoco quería ver a nadie. Cerró los ojos con rabia y se sentó en la silla negra de su despacho. Aquella mirada de tristeza que veía cada noche en Kaia, le partía el corazón. Tomó un pequeño mando y encendió el equipo de música. Como decía el dicho, la música amansab

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