—No puede ser cierto —se repetía una y otra vez Bethany dentro de su recamara—, no puede ser con Lina.
Las lágrimas la asaltaban una tras otra como piedras en picada, le quemaban como hielo seco y en su pecho se formó un agónico sentimiento: Traición.
—Beth —alguien la llamó a través de la puerta que había cerrado—. ¿Puedo entrar?
Se limpió la cara con el dorso de la mano en un movimiento brusco —. Solo un momento —, dijo y se levantó de la cama para mirarse al espejo y verificar que se aspecto no fuera tan terrible. No satisfecha, se restregó las mejillas y tambaleante abrió para mirar a su hermana menor, Lluvia.
—¿Qué te hizo está vez? —la chica de 17 años se mordió el labio para evitar proferir una sarta de insultos.
—¿Cómo? —Bethany fingió indiferencia.
Sin embargo, Lluvia no estaba para evitar el tema. Con los años, había visto llorar a su hermana más de las veces que se puede contar con los dedos de las manos, y siempre, siempre era por la misma razón.
—Estoy cansada de verte así por culpa de ese imbécil, Beth.
—Oliver no me hizo nada —se apresuró a mentir.
— ¿Y cómo sabes que me refería a “ese imbécil”? —la pregunta la tomó por lo bajo. Su hermanita la había atrapado.
—No es una mala persona, Lluvia… —comenzaba otra vez su discurso defensor.
—¡Ya basta! —la pequeña le tomó de los hombros y la sacudió, haciéndola retroceder hasta sentarla en el borde de la cama. Clavó sus fieros ojos celestes en los oscuros de su hermana y dijo en tono mordaz —. Deja de defender a ese patán que no hace más que lastimarte. Abre los malditos ojos, Bethany. Tienes que verlo como lo que realmente es —entonces disminuyo la irá en su voz y junto su frente con la de su hermana—. Por favor, Beth…Me duele verte así.
Entonces, como si recorrieran una pesada cortina, entró un rayo de luz para iluminar una habitación que solía permanecer a oscuras por decisión propia, y Bethany, no pudo seguir mintiéndose más a sí misma, no pudo seguir ignorando todas las señales, todas las frases, comentarios, insinuaciones y malos tratos que recibía por parte de Oliver y de… Lidia.
—¿Por cuánto tiempo? —susurró y dejó escapar más lágrimas. Solo que estas le supieron amargas.
—¿Cuánto tiempo qué? —Lluvia se separó de ella y se sentó a su lado.
—Lluvia…Yo —quiso decir pero el sentimiento era tanto que apenas y podía pensar en cómo decirlo, no sabía que palabras usar, no sabía cómo hacer que no sonará tan mal—. Él…Con Lidia —balbuceo.
—Te…—Lluvia completó con voz ronca—. ¿Te engañó con Lidia?
—Sí…—aceptó luego de cerrar los ojos y visualizarlos juntos. Imágenes terribles que le parecían un buen castigo a su ceguera inventada.
Lluvia no dijo nada, no porque ya había notado cosas extrañas en la bruja de Lidia. Siempre haciendo comentarios impertinentes sobre su hermana a sus espaldas. Cuando estaban en su último año de preparatoria, preparándose para irse a la universidad, Lluvia la había escuchado mofarse junto con Esther, la otra “mejor amiga” de su hermana. “¿De verdad crees que irá a la universidad?” preguntó Esther y Lidia se carcajeó, “Como si la muy tonta fuera dejar Weston. No podría alejarse ni 5 kilómetros de Oliver, se va a quedar a planear como ser una buena esposa para él. Que ridículo” Fueron las palabras de Lidia, que por alguna razón, tampoco quiso irse de Weston, y en su lugar, solo había estado tomando cursos de belleza para poner su propio salón.
Tristemente, al final fue cierto, ya que sin importar las cartas de aceptación a buenas universidades que recibió Bethany, está no quiso ir la universidad, y en cambio, había comenzado a trabajar para guardar dinero, “¿dinero para qué?” se preguntaban sus padres, pero solo Lluvia conocía parte de la respuesta… “Para el maldito de Oliver”
—Bethany… —la llamó su hermana menor —Tienes que mandarlos al carajo a los dos.
— ¿Qué?
—Exponlos a ambos, encáralos. Termina con él y olvídate de la tal Lidia. Jamás fue tu amiga.
— ¿Hablas de hacer un show para que todos se enteren? —“Para que todos sepan que fui una completa tonta?” pensó y negó con la cabeza.
—No me refirió a eso —Lluvia puso sus manos sobre las de Bethany—. Me refiero a que tienes que decirles en sus caras que ya lo sabes, y que si van a revolcarse, que lo pueden hacer sin tener que engañarte, porque a los dos las están mandando a la mierda.
—Lluvia…—Bethany apenas y se creía que su pequeña hermana tuviera un vocabulario más extenso que el de ella para insultar.
—Ella no es una verdadera amiga, es una zorra y una envidiosa. Y él, él es un patán, un imbécil y un ciego.
— ¿Ciego? —quiso saber, pues ante su perspectiva la una ciega era ella.
—Sí, porque no es capaz de ver a la mujer que tiene enfrente. Bethany, tu mereces algo mejor, tu mereces un hombre, uno de verdad.
Se río, pero era una risa que denotaba inseguridad. Bethany no pensaba en sí como una gran mujer, le faltaba pecho según su criterio y quería someterse a una cirugía para “arreglar” su nariz, nariz que Oliver una vez dijo parecía “nariz de un quién”.
—No puedo hacerlo —Bethany se rehusaba a encararlos.
— ¿Entonces que harás? —su hermana se comenzaba a irritar—. ¿Fingirás que no es nada? ¿Qué fue un error? Y lo vas a perdonar como lo hiciste la última vez.
Bethany abrió los ojos como platos.
—Lo sé —admitió Lluvia—, sé que cuando recién comenzaron a salir, él te engaño con una chica de no sé dónde.
—Solo se besaron —nuevamente trataba de defenderlo.
— ¿Tú estabas ahí para comprobarlo?
—Él me lo juró.
—A caso, ¿crees en sus promesas?
Bethany cerró los ojos para no dejar caer más lágrimas. Tenía que soltarlo, tenía que dejar de ver en Oliver al chico del que alguna se enamoró perdidamente, ese chico ya no existía. Ese Oliver se perdió totalmente. La gente cambia, es parte de ser un humano y Bethany tenía que reconocer, que el Oliver perfecto, no existía, y que muy seguramente, jamás existió.
—No…—aceptó al fin—. Ya no.
***********
Bethany se apretujaba las manos mientras caminaba a casa de Lidia. Quien había rentado un cuarto a las afueras de Weston, para llegar tuvo que llevarse el auto y dejarlo aparcado frente a la tienda de conveniencia. Del otro lado de la calle, y rodeado por una cerca imponente de grandes árboles, se encontraba el edificio. Bethany subió por las escaleras. En el segundo piso y enumerado como el número 10, estaba el cuarto de Lidia.
Tocó una vez sin pensarlo, pues su mente estaba ocupada preparando su discurso.
— ¿Quién? —la voz al otro lado de la puerta sonaba molesta.
—Soy yo…—carraspeó—. Bethany.
Hubo un largo y prolongado silencio, eso provocó que optara por tocar de nuevo.
—¡Ya voy! —le respondió.
Un par de segundos más parte, Lidia abrió un poco la puerta, lo que permitió a Bethany verle usando una ligera bata rosada. Eso no le interesaba, lo que ella quería era ver dentro de la habitación…Porque sabía que algo no estaba bien.
— ¡Hola! —Lidia se interpuso, cubriendo con su cuerpo para no dejarla ver —. ¿Necesitas algo?
Y por primera vez, la voz de Lidia, amable y dulce, le sonaba tan fingida, que comenzó a sentir rabia.
— ¿Estás sola? —pregunto y se sorprendió de notar en su voz un deje de arrogancia que jamás había usado. Lidia lo notó porque le dedicó una mirada seria.
— ¿Hay problema si tengo compañía?
—Depende de quién es la compañía —continuo con esa actitud. Y eso le gustó, porque se sentía fuerte y con confianza.
Lidia frunció las cejas y apretó los labios —. Okey, está claro que estás en tus días.
Bethany bufó y esbozó una media sonrisa. Eso irritó a Lidia.
Entonces, como si una fuerza mística se apoderara de ella, Bethany empujó la puerta e hizo perder el equilibrio a Lidia, quien cayó de espaldas contra el piso.
—Hola…Oliver—dijo en cuanto lo vio a medio vestir sobre la cama de Lidia. Las sabanas estaban revueltas, las almohadas estaba tiradas y en el cuarto predominaba un olor desagradable.
—¡Mierda! —exclamó él y se apresuró a correr hacía ella —. Bethany, no es lo que piensas. Se ve mal, pero déjame explicarte, vine aquí porque…
—Porque está noche te van a comer toda la polla —soltó mientras lo miraba con todo el desprecio del mundo, eso lo dejó sin palabras.
A su costado, Lidia se levantó lentamente mientras se carcajeaba.
—Bueno…—inició mientras se balanceaba hasta Oliver y le rodeaba el cuello—. Ya lo sabes entonces.
Oliver le apartó las manos y trató de decirle algo más a Bethany, solo que ella levantó su palma y lo hizo callar.
—Sí, y los dos me dan asco.
—Vaya…—Lidia no dejaba de intentar provocarla—. Viniste hasta acá para atraparnos y así no sentirte tan miserable.
— ¿Miserable? —se le escapó la pregunta, dándole así a Lidia la satisfacción de responderle.
—Porque ya lo sabías, pero te hacías la tonta.
— ¡Cállate, Lidia! —Oliver le dio un empujón y colocó sus palmas juntas para rogarle a Bethany—. No le hagas caso, nena.
—Por favor, Oliver —la chica se cruzó de brazos—, como si esta fuera la primera vez. ¿Por qué no le dices todo lo que me dices a mí? Que estás cansado de ella, de que sea una sosa y una virginal.
— ¡Lidia! —le reprendió él.
Bethany lo miró confundida, con los ojos cristalinos a punto de darse por vencida de una vez. Sin embargo, la voz de su hermana le dio otra dosis de valor.
—Merezco algo mejor, merezco un hombre de verdad.
— ¿Qué dijiste? —Lidia casi deja escapar una carcajada.
—Váyanse a la mierda. Los dos —la voz casi se le quiebra—. Son tal para cual —anunció y se dio media vuelta, lista para salir de ese lugar asqueroso.
— ¿Sabes por qué lo hice? —la voz de Oliver la detuvo. Una parte de ella, una parte pequeña, deseaba que él le rogara y le prometiera jamás hacerlo. Una parte de ella, quería que todo fuera como antes, quería volver a ponerse la venda y fingir que nada pasó—. Porque soy un hombre, Bethany. Tenía necesidades que tú te negaste a cumplir.
Bethany regresó sobre sus pasos y con una fuerza bestial le plantó un gran bofetada a Oliver, tan fuerte que lo hizo tambalear.
— ¡Vete al carajo! ¡Gran imbécil de mierda! —gritó y salió por la puerta, bajando a toda prisa las escaleras.
En ese momento, sus piernas solo quería escapar, así que no pensó en la dirección que tomó, solo corrió tanto como pudo y para cuando se detuvo, se dejó caer de rodillas y profirió un grito, uno en el que dejaba salir todo, irá, frustración, enojo y… Libertad.
Entonces se río, río como si le hubieran contado el chiste más divertido del mundo, se limpió un par de lágrimas y miró al cielo. Solo para notar que estaba en una ligera oscuridad. Arboles de copas enormes la rodeaban por completo.
El bosque, se había ido a meter al bosque justo antes del anochecer. Asustada, se puso en pie, buscando con la mirada la dirección para salir, pero antes de decidirse, un sonido fuerte la hizo saltar. Un disparo, seguido de un chillido.
Le habían disparado a algo.