Ale no podía borrar la sonrisa de su rostro ni controlar las lágrimas que bajaban por sus mejillas al ver la pequeña imagen en tonos negros y grises en sus manos. —¡Qué hermoso se ve! —exclamó—. Ese bebé será uno más de los consentidos de la tía Lessy —aseguró, arrancándole una risa a su hermano. —Todavía no lo puedo creer, es tan pequeño o pequeña… —susurró Paul, mirando la imagen de la ecografía en manos de su hermana. —¿Cómo se ha sentido Lina? ¿Muy feos los malestares? —preguntó Ale, no solo interesada en su joven cuñada, sino que también quería prepararse por si le tocaba algo similar. Los hermanos se enfrascaron en una conversación amena, mientras degustaban un trozo de carne con guarnición de vegetales y papas al vapor. Cuando terminaron se dieron cuenta de que la hora de al