Un año pasó rápidamente y en todo ese tiempo, Primavera jamás puso un pie en el cementerio de Otoño, Tierra tampoco y mucho menos los elementales de Celetial para que formara parte del juicio de Luna. Le hicieron pensar que Tierra se equivocó y en el final, él no era tan importante. Y un día, sin entender el motivo, volvió a sacar a Iker de su encierro – ¿de qué tamaño era la habitación? – Más pequeña que esta plaza – le respondió Iker y se acomodó para recargarse sobre el tronco del árbol – casi no tiene muebles, solo una colchoneta que Luna llama cama, dos almohadas llamadas Niebla y Lluvia, una cómoda con una maceta, y hay muchas cortinas, cuelgan del techo como paredes y muestran las estrellas o las nubes, cambian de color todo el tiempo, y en el piso, hay un enorme espejo redondo