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Mi padre me mira atento y veo un poco de ilusión en su mirada, al tiempo que se forma una tímida sonrisa en sus labios. Intento sonreírle, pero estoy segura de que me sale una mueca extraña, debido a los recuerdos y los miedos que me pasan por la cabeza. Trago saliva y muerdo mi labio con nerviosismo.
—Hija, ¿es posible? —me pregunta mi padre y me quedo pensativa.
—No lo sé… —contesto en voz muy baja, pues realmente no tengo idea, ya no sé cuántos días llevamos acá en Londres, así que perdí la noción del tiempo y he estado tan concentrada con lo de mi madre, que no he estado al tanto de mi ciclo.
Saco mi teléfono celular, abro la aplicación especial en la que llevo las cuentas y apenas carga, sale un aviso que dice “tienes 26 días de retraso”. Mi corazón empieza a lat
