El clima está como para dormir por horas, llevamos un día encerrados por las fuertes lluvias y creo que no podré aguantar ni un minuto más alejada de él. Sigo removiendo el chocolate sobre la estufa, mientras recuerdo la cara de tristeza que puso cuando le dije que estábamos separados. Ha respetado mi decisión, él sigue durmiendo en la habitación de Deivis y yo en la mía. Cocinamos y vemos televisión juntos, pero como buenos amigos > me regaña mi subconsciente. Me siento a su lado en el sofá, le ofrezco una taza de chocolate y comienzo a desenredar mi cabello, desde que llegué a Venezuela no me he peinado y mis rizos se han convertido en nudos. Él me ve sonriendo —¿De qué te ríes?— pregunto —Nada. Sólo es que me encanta tu cabello y me hace gracia verte pelear con el— Lo ignoro y si