Sus ojos se abren como platos, y yo río. Alzo y bajo mis cejas con picardía para molestarlo. —No quiero que Dios me castigue, además sabes perfectamente que así siempre ha sido. —Pero yo quiero —Me pego más hacia él, y se para de golpe de la cama. —¡No! Quítate eso de la cabeza. Me dejo caer en la cama mientras río a carcajadas, sostengo mi vientre cuando ya no soporto el dolor que le causa mis risas. Al menos cuando usé ese truco con Nathan él actuó más calmado, pero Thomás hasta quiso salir corriendo. —Solo te probaba, tonto —digo entre risas. —. Tanto temor tienes a ése momento que llegará —Giro de lado para verlo del otro lado de la cama. —Temor le tengo a Dios, eres mi tentación más grande, hay que tener los pantalones bien puestos para dormir junto a la mujer que amas s

