Termino de revisar la última ficha clínica antes de cerrar la carpeta y suspirar con alivio. Mi guardia ha sido agotadora, y mi cuerpo pide a gritos una ducha caliente y una noche de sueño sin interrupciones. Mientras camino por los pasillos del hospital, ajustando la bata sobre mis hombros, escucho una voz familiar llamándome. —Vivian, justo te estaba esperando. Es David. Con su porte elegante, sonrisa impecable y ese aire de caballerosidad que parece sacado de una novela romántica. A muchas en el hospital les derrite, pero a mí… no tanto. Me detengo y le dedico una sonrisa educada, aunque por dentro solo quiero escapar porque aún no sé cómo sentirme con sus intenciones. —Hola, David. ¿Cómo te va en la guardia? —Pesada, pero nada que no podamos manejar —espeta con un brillo en los oj