Era un día lluvioso, por lo general un poco de lluvia no era alarmante, pero ese era el cuarto día y el supremo sacerdote Vitrel estaba preocupado por la posibilidad de inundaciones, si eso pasaba, era el deber de Margarita atender a los enfermos. Suspiró. – Santidad. La voz grave hizo que su cuerpo temblara de pies a cabeza y de forma protectora se abrazó girando la cabeza muy lentamente para mirar a Vladimir Inseamin con un pequeño plato y una navaja – ¿es necesario? – Lo es, Santidad, es por el bienestar del pueblo. Cada vez que alguien mencionaba que sus acciones ayudarían a las personas, había una punzada en su pecho, no lo entendía, no le gustaba cortarse, ni derramar su sangre sobre un plato, tampoco le gustaba estar cerca de Inseamin, el olor que despedía su cuerpo era vomitiv