De nuevo ahí estaba Max, viendo fijamente su tatuaje. Seguro que eran como las tres de la madrugada y él aun así, no podía dormir, yo me estaba haciendo la dormida porque sabía que él quería tener su espacio, pero esta vez ya no solo estaba contemplando su tatuaje, se puso sus pantalones y sí, se puso su chaleco. Lo miré contemplarse en el espejo, nostálgico. Mi pobre hombre necesitaba su club, me pregunté: ¿qué sentiría papá si de repente, le arrebataran su club? Estaba segura de que se derrumbaría. Mi Max… solo quería que él fuese feliz, sí, conmigo no se estaba derogando, pero… estaba tan deprimido, tal vez si papá viniera a hablar con él… papá siempre sabía qué decirle a sus chicos cuando algo no andaba bien y Max necesitaba hablar con un hombre. — Mierda — lo escuché susurrar —,

